Darwinismos I

sábado, 6 de junio de 2009

Charles Darwin fue un naturalista aficionado que gracias a su curiosidad, poder de observación y compulsión coleccionista, logró gran relevancia en el campo de la ciencias naturales, consolidando las ideas que, hasta el día de hoy, impregnan estas ciencias.

En general, leyendo su obra principal, El Origen de las Especies, despunta como un individuo sagaz, observador, metódico y dedicado.

Es claro que las ideas que plasmó en su teoría evolucionista no eran novedosas y "estaban en el ambiente". La gran popularidad que alcanzó, respecto de otros contemporáneos dedicados a la misma actividad, puede deberse, es una hipótesis, al autobombo anglosajón, montado en las endorfinas provocadas por su imperialismo en expansión.

Todo bien, desarrollos propios del impulsivo principio de siglo diecinueve que, si no fuera por sus extrapolaciones actuales a terrenos impropios, quedarían relegados a una ignota historia de la ciencia.

Pero he aquí que algunos jóvenes entusiastas, provenientes sobre todo del campo del timo financiero, y algunos lagartos atrincherados en las escuelas de negocios de grandes universidades, fogonean por todos los medios una suerte de darwinismo social que justificaría todas sus tropelías actuales y futuras.

Sólo por curiosidad, y por la oscura sospecha de que estos sostenedores de evolucionismos decimonónicos jamás leyeron a Darwin, me di a su lectura.

De estas lecturas rescaté varias "perlas". Algunas demuestran que Darwin no era tan darwiniano y otras lo harían objeto de las puniciones previstas en varias legislaciones antidiscriminatorias. Es claro, si aún estuviera vivo y mantuviera su recalcitrancia.

Desde ya aviso que las mujeres deberían renunciar sumariamente a todo apego al darwinismo. Don Charles no las deja muy bien paradas. Es cierto que era una costumbre de la época, pero se espera un poco más de quien hace hace ostentación de dosis extravagantes de cientificismo y racionalismo.

De vez en cuando incluiré alguna "darwiniana" en estas entradas. Aquí van algunas como muestras gratis:

Esto ilustra el método científico conocido como "mandarse un bolazo".

"Los arrieros de la América del Sur dicen: 'No quiero daros la mula de mejor trote, sino la más racional'."

Lo siguiente puede ser una muestra de encono hacia la cultura mediterránea:

"La creencia en los agentes espirituales conviértese con facilidad en la de la existencia de uno o muchos dioses. Los salvajes atribuyen a los espíritus las mismas pasiones, la misma sed de venganza o las más elementales formas de justicia y los mismos afectos que ellos han experimentado."

Fundamentación sumaria del racismo:

"La variabilidad o la diversidad de las facultades mentales en los hombres de la misma raza (sin hablar de las diferencias que en este concepto presentan los hombres de razas distintas) es demasiado notoria para que sea necesario insistir sobre ella". Listo, se acabó la discusión.

Por si hubiera gente dura de entendederas:

"A juzgar por los repugnantes adornos y la música atroz que admiran la mayoría de los salvajes, podría afirmarse que sus facultades estéticas están menos desarrolladas en ellos que en muchos animales, tales como las aves."

La última, por ahora, donde se demuestra de modo contundente que "somos los mejores":

"Las ventajas notables que sobre los individuos de otras naciones europeas han tenido los ingleses como colonizadores, la superioridad evidenciada por la comparación entre los progresos realizados por los canadienses de origen inglés y francés, se han atribuido 'a su energía emprendedora y audaz', pero ¿quién puede decir cómo esta energía ha sido adquirida por los ingleses? Contiene muchos puntos de verdad la opinión de que los maravillosos progresos de Estados Unidos, como también el carácter de su pueblo, son los resultados de la selección natural de los hombres más atrevidos, enérgicos y emprendedores de todas las partes de Europa que durante las diez o doce últimas generaciones han emigrado a ese gran país, prosperando rápidamente en él, mirando hacia el porvenir, no creo exagerada la opinión del reverendo M. Yincke, cuando dice: 'Todas las demás series de acontecimientos como las que han resultado de la cultura intelectual en Grecia y las que ha ofrecido el imperio romano sólo parecen tener objeto y valor cuando se las ensalza, o mejor, cuando se las considera subsidiarias a... la gran corriente de emigración anglosajona dirigida hacia el Oeste'." (Chupate esa mandarina, ¡esas cosas aprenden los chicos en el colegio!)

Eduardo Montes

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