Pequeñas alegrías, grandes esperanzas.

miércoles, 13 de octubre de 2010

En 1972 Silo dio una serie de cuatro conferencias sobre Meditación Trascendental. Aparte del desarrollo magistral de estos tópicos, la estructura de las conferencias permitía que los asistentes formularan preguntas por escrito que, antes de comenzar el tema del día, el disertante respondía, en algunas ocasiones de modo breve pero las más de las veces "sin dejar nada en el tintero". Algunas respuestas eran extremadamente didácticas pero, por sobre todas las cosas, muy pero muy divertidas. Por esto en medio del texto muchas veces aparece la palabra "risas" entre paréntesis. Supongo, aventuro, que esto es un poco para que también el lector pueda participar de ese clima festivo.

Tuve la fortuna de asistir a esas conferencias por lo que casi diría que guardo en mi memoria cada gesto, cada inflexión, cada tono, cada clima, cada carcajada y cada silencio profundo y significativo.

En estos días, quién sabe porqué, recordé una pregunta hecha por alguien que, seguramente, no estaba en su mejor día. Esta pregunta y lo consiguiente respuesta, al revivirla hoy me provocan una mezcla rara de sentimientos: por un lado, una pequeña alegría y por el otro, una gran esperanza.

A continuación transcribo y cito la mencionada pregunta y, fundamentalmente, la respuesta que recibió:

PREGUNTA: "Cuando el maestro se va, los seguidores faltos de luz, enceguecen. Un movimiento de liberación interior proyectado a lo social, enfrenta una contradicción sin salida: o permanece como secta y de alguna manera desaparece, o se expande y se desvirtúa en esencia por la diferencia de niveles que se traduce en rito externo y en tergiversación. ¿O no?".

Veamos. Veamos como piensa el que escribe esto. Supongamos que ese movimiento de liberación interior tuviera como fin despertar a la gente. ¿Usted cree que importa que desaparezca o no desaparezca, si cumple con su función? ¿O es que somos exitistas? Para eso estudiemos en academias Pitman, y seamos triunfadores... (1) (RISAS).

Fíjense bien en lo que les pregunto: ¿es que las cosas que hacemos hay que hacerlas para que rindan su fruto? ¿o es que las cosas, en ese sentido, se hacen sin importar que rindan o no su fruto? Se hacen, porque se hacen y sirven. Y punto. ¿Ven qué fácil? Sin necesidad de hablar de desapego... "hay que desapegarse", dicen algunos. No, eso es rito. El fruto está en el hacer mismo, si el hacer tiene sentido.

De manera, que al que pregunta (afirmando) que: "un movimiento de liberación interior proyectado a lo social, enfrenta una contradicción sin salida: o permanece como secta y de alguna manera desaparece", le digo: ¡enhorabuena!... "o se expande y se desvirtúa en esencia por la diferencia de niveles que se traduce en rito externo y en tergiversación", le respondo: ¡también sucede eso!

Ahora veamos esa segunda parte. ¿Quién pregunta esto? Pregunta esto, alguien que nos ha estado hablando del reino de los cielos del señor Jesús, del desapego del señor Buda, del satori del Zen... ¿Les parece que quien pregunta en esos términos está, justamente él, suelto de espíritu como para hablar de que luego estas cosas se convierten en ritos externos? ¿Qué les parece? Piensen en eso que dicen los españoles: "la lengua va, donde la muela duele..." (RISAS).

Extraído del libro Meditación Trascendental. Tercera conferencia. Página 91.

Eduardo Montes