La fe

viernes, 6 de mayo de 2016

Hace pocos días se me ocurrió la malhadada idea de escribir sobre la impaciencia. En realidad lo hice en respuesta a algunas conversaciones que tuve con amigos en las que ellos manifestaban una suerte de “malestar existencial” ante la lentitud o inclusive la regresión del progreso humano.

Es claro que no hablábamos del progreso humano en términos materiales – aunque sin excluirlo – sino, fundamentalmente del progreso espiritual – o interno, si se prefiere – ese que aleja de la violencia y de todo sentido apropiador. Hablábamos de que los peores monstruos se proyectan a la cúspide de la pirámide social – esa virtualidad que domina nuestra realidad – a caballo de mayorías que los sostienen alegre e irresponsablemente.

Nos referíamos a nuestras latitudes pero también a otras más lejanas, si es que se puede hablar de algo lejano en el mundo actual.

Fue en ese momento que se me ocurrió preguntarme por alguien que hubiera nacido hace, no sé, digamos diez mil años, y viera las cosas de modo similar (porque no dudo de que alguien habría para hacer semejante operación), ¿qué pensaría él de la lentitud, de lo interminable de etapas “eternamente” oscuras”?

Y fue imaginando esas cosas que surgió una suerte de paneo sui generis de la historia humana – sabida o inventada – y al hacerlo fui desarrollando ese escrito titulado “Impaciencia”.

¿A qué viene toda esta aclaratoria?

Viene a que las respuestas recibidas – esas que se han publicado y, principalmente, las que no – me han dejado un tanto desconcertado. Recibí aprobaciones de quienes creo que han comprendido la intención de lo expresado pero también de quienes lo han entendido hacia interpretaciones totalmente opuestas a la misma.

Algo se ha expresado de modo incorrecto o ambiguo” – me dije – y a pesar de que la trascendencia de mis escritos es bastante modesta, por decir lo menos, me vi en la necesidad de aclararlos para que no sumen a su modestia la incomprensión.

Entiendo que estamos en un momento donde lo monstruoso parece encaramarse en diversas latitudes. Este encumbramiento no siempre lo hace por la fuerza, ni con el silencio atemorizado de las mayorías. Ahora ciertas mayorías se hacen eco y encuentran expresión en ellos. Nos hallamos pues ante una cierta ola, un cierto reflujo que trae a la orilla las peores cosas.

No quiero hacer un “listado” de fenómenos monstruosos en nuestra latitud ni en otras, donde la injusticia y el antihumanismo parecen tomar la delantera en estos momentos. A veces, como se dice graciosamente, aclarar oscurece.

De modo que en lugar de hacer aclaraciones y cosas similares apelaré a dos referencias que explican mejor lo que quise expresar. Una forma parte de la exposición hecha por Silo el 4 de Mayo de 1999 en la celebración de los treinta años de la arenga sobre La Curación del Sufrimiento. Dice así:

Y en esta situación que nos toca vivir reconocemos el triunfo provisorio de la cultura del antihumanismo y declaramos el fracaso de nuestros ideales que no se han podido cumplir. Pero los triunfadores de hoy no tienen asegurado el futuro porque una nueva espiritualidad comienza a expresarse en todo el mundo: no es la espiritualidad de la superstición, no es la espiritualidad de la intolerancia, no es la espiritualidad del dogma, no es la espiritualidad de la violencia religiosa, no es la pesada espiritualidad de las viejas tablas ni de los desgastados valores; es la espiritualidad que ha despertado de su profundo sueño para nutrir nuevamente a los seres humanos en sus mejores aspiraciones.”

He ahí lo que llamo fe.

Y para concluir, de modo auto-referencial transcribo un soneto escrito en noviembre de 2014:

"Injusticia

Un dolor tan intenso me lacera
al ver esa injusticia que se ensaña,
cuando el rico con toda su calaña
hambrean al que vive en la tapera.

Un acto de justicia yo quisiera
que deshaga por siempre la maraña
de impulsos y ambiciones que con saña
condenan a la angustia más grosera.

Porque el hambre es indigno de lo humano
es deber esencial trabarse en lucha,
esperar con paciencia será en vano

al poder que, insensible, nunca escucha
el clamor del que sufre ese malsano
desaliento vital en su casucha."

Espero que lo anterior no nutra nuevas confusiones. Reitero, sin impaciencias, sin paciencia, con fe. 

Eso es lo que pido en mi interior, fe alegre, activa, fe sin líderes ni dioses, fe alimentada en el granero, en el silo, que todos guardamos dentro. 

Eduardo Montes

Primero de Mayo

domingo, 1 de mayo de 2016

Gran concentración de trabajadores convocados por la burocracia sindical. Emociones encontradas, por una parte uno desea que sea multitudinaria y por la otra sabe o intuye que por muchas multitudes que se convoquen, a los que mandan lo único que les importa es cómo van a deformar su posible significado a través de sus cómplices, los medios de comunicación masivos.

Así, algún analista “sagaz” dirá que más que una manifestación contra las políticas del gobierno es una interna del peronismo en respuesta a la movilización de la ex-presidenta (presidenta a secas para la actual vice). Algún otro advertirá en cierto tono lloroso de los discursos más un acto mendicante que de amenaza.

Además el gobierno sabe que los paros y las huelgas le pueden servir como excusa para sacarse la careta definitivamente y lanzar sin miramientos su catarata de vetos, DNUs y despidos sin causa ni resarcimiento. Así hasta lograr la ansiada meta dorada del quince o veinte por ciento de desocupación que garantice la “competitividad” empresarial.

Uno se dice “no importa, de cualquier manera se va creando conciencia y los que participan se fortalecen en la lucha”. Pero una pregunta insidiosa perturba desde el trasfondo insinuando que la mayoría se va a conformar con alguna mejora, o un no empeoramiento, aunque sólo sea para ellos.

La gente práctica de la política dice que así son las cosas y que hay aprender a convivir con esas idas y vueltas y, en todo caso, ir acumulando fuerzas para, en próximas oportunidades, montar mejores mentiras que los adversarios.

Pero a veces me pregunto, ¿qué es lo que pasa en las conciencias de los que viven estos procesos? ¿acaso se van haciendo más pragmáticos, más manipuladores, más cínicos? ¿acaso se van desencantando a medida que sus situaciones mejoran o empeoran (extraña paradoja del desencanto)?

No me sumo al desencanto, a la abulia ni al escepticismo, pero me ataca una suerte de aburrimiento o de hartazgo, no sé muy bien, al ver y escuchar siempre el mismo discurso plano, la misma reivindicación pequeña, que ayer peleaba por tres manguitos más o hoy lloriquea por tres manguitos menos. Y no es que me parezcan mal los tres manguitos, es que me parece una aburridera que siempre sean sólo tres.

¿Por qué no ir por más? Por la participación mayoritaria en las empresas, por rehacer un “contrato social” articulado hace mucho tiempo y que a punta de degüellos se apropió de todo en este mundo y después lo naturalizó desde el “siempre ha sido así”.

¿Por qué si vamos a exigir – y no nos van dar – no exigimos lo imposible? ¿Para qué? Para que lo imposible empiece a tener nombre, para que empiece a ser imaginado, para que entre en nuestra cabeza.

Son preguntas que me hago, entre las imágenes contrapuestas que se cruzan por mi conciencia. Me alegro por las grandes movilizaciones y sé, por otra parte, que si la siguiente no es mayor, si no amenaza el orden establecido, si no amenaza con vaciar el poder, poco a poco se irá desvaneciendo. Hasta que dentro de un tiempo nuevamente se hagan otras mayores donde se “exija” que nos den una pequeña parte de lo que nos han quitado y, tal vez, en ese momento, tal vez, concedan algo y salgamos todos eufóricos ante el “triunfo del pueblo”. Sin advertir, o quizás a sabiendas, que te sacan cincuenta, luego cien y finalmente te devuelven veinte para que te emborraches con una victoria de pacotilla.

Le pido peras al olmo, estas estructuras no tienen la capacidad ni la posibilidad ni la intención de orientarse hacia transformaciones reales. Estas transformaciones no nacen de la convocatoria de masas detrás de líderes (iluminados u oscuros), sino de la conciencia de cada cual. Esto no implica individualismo ni encerramiento, es en la conciencia de cada uno en intercambio abierto con la de otros que se descubrirán los caminos del futuro, las formas de las estructuras adecuadas para nuestra nueva intentona de crecimiento, para nuestro siguiente paso evolutivo.

En términos de sociología o de jergas actuales, es desde la base donde puede empezar a gestarse ese intercambio entre conciencias, esa unión de subjetividades. Y no una base manipulada por pequeños aprendices de brujo. No, una base igualitaria, horizontal, organizada para difundir sus propias convicciones pero inhabilitada para imponerlas. Trabajando para ampliar el intercambio, la multiplicidad de nuevas sinapsis.

Pero, ¿eso va a tener alguna manifestación social de grandes proporciones, actos públicos y cosas así? No lo sé y poco me interesa, a pesar de formar parte de una generación contaminada por la adicción al espectáculo de masas, lo único que sé es que de allí no va a salir ninguna forma de manipulación ni de traición a las mejores aspiraciones de los conjuntos. Aspiraciones surgidas del develamiento al que cada uno puede acceder en ese intercambio sin dobleces.

¿Y los problemas urgentes de nuestro tiempo? ¿Las necesidades de los más desprotegidos? ¿De los discriminados, los explotados, los postergados? Ellos deberían ser los primeros en dejar de creer en tanto espectáculo para los medios y deberían comenzar a conversar e intercambiar, desde cada sí mismo y en apertura hacia otros.

Y si existe gente sensible que, sin vivir las situaciones que la horrorizan, de cualquier forma se solidariza con los que las sufren, ellos también deberían (“deberían”) estar allí, no como iluminadores ni como veladores de nada. No, como uno más que reconoce la equivalencia de los aportes y que no toma el propio como definitorio, más allá de que pudiera serlo incidentalmente.

Me gusta que un primero de mayo se convoquen grandes multitudes de trabajadores, me gusta que los dirigentes sindicales que hace unos minutos encaramaran a los actuales gobernantes hoy se les den un poquito vuelta. Me gusta que crezca el descontento y la indignación contra las políticas llevadas adelante en estos meses. Pero también me pregunto – sabiendo la respuesta – ¿que pasará si de repente ingresan al país unos 40000 millones de dólares (un vueltito) para timbear? ¿que pasará cuando se construyan lujosos complejos edilicios en las zonas privilegiadas de las ciudades, a la par que se oculten las zonas “impresentables” detrás de muros oportunos? ¿qué pasará con el descontento, verdadero o no, cuando los medios de comunicación nos zampen esos maravillosos logros?

¿Qué pasará cuando la gente “normal” repita hasta el hartazgo que la corrupción del pasado impidió el progreso pero que ahora, a pesar de que estamos mal vamos bien porque se ve que hay inversión y confianza en el país?

¿Es posible que se repitan las mismas mentiras tantas veces y siempre funcionen? No, las mentiras no son las mismas, primero porque para unos pocos siempre fueron verdades y segundo porque las generaciones aportan nuevas audiencias que en otro momentos eran niños y ahora son jóvenes que escuchan la cantinela como si fuera nueva.

Esto no tiene solución, y tampoco es bueno que la tenga en este plano, en este nivel de planteo; lo que importa es que el ser humano avance. Y para eso tiene que desembarazarse de toda esta obsolescencia, quitarse de encima las cadenas y ésto empieza por descubrirlas, y no se hace solo, se hace con otros, en intercambio, en discusión de soluciones y en búsqueda del sentido de todas las cosas, lo que incluye el sentido de la propia vida. La clave está allí, cuando se busca sinceramente el sentido de la propia existencia se empieza a perder la sordera interna y, simétricamente, se escucha a los demás, a los que aun expresando otras experiencias lo hacen desde una intención que se emparenta. Y, adicionalmente, quizás se descubra que este modo de vivir, esta forma de organizarnos, esta forma de trabajar, esta forma de aspirar, esta forma de ser felices, ya no nos va, ni a nosotros ni a los que, por su ubicación, creemos que nos hacen infelices.

No imagino ese intercambio en asambleas amañadas, donde unas minorías altisonantes imponen el consenso a las mayorías. Imagino pequeños grupos, en intercambio intenso, multiconectados por todos los medios, presenciales o no. No imagino la elección de representantes, ni las plataformas comunes, imagino la sintonía, la sincronía que se logra en la búsqueda profunda. E imagino el testimonio, el “no dejar pasar” la oportunidad de declarar las propias certezas ante familiares, compañeros de trabajo, vecinos o el circunstancial compañero de viaje.

Soy antiguo, me emocionan las grandes manifestaciones de masas, pero detrás de esa emoción fuerte, casi brutal, susurra una leve intuición, un sentimiento que no tiene mayormente palabras que me dice que esa ya es una vía muerta.

Sí imagino, como tributo a esos gustos del pasado, a la unión de muchedumbres de seres iluminados desde su propia conciencia, clarificados en su búsqueda insaciable de libertad, generando vórtices, vendavales históricos que terminan de derrumbar todo lo que obstruye el crecimiento de la especie. Las imagino sumiendo en pavor a las viejas estructuras, anunciando su fin definitivo, trayendo la paz a la Tierra de manos de la justicia, de manos de la hermandad, de manos de la conciencia despierta.

Volveré al cauce del tema con que titulo esta entrada recordando unas palabras de Silo en ocasión de otro 1° de mayo que con poderosa y simple elocuencia dice lo que quiero decir y tal vez mucho más:

"Declaración del 1° de mayo.

En este 1° de Mayo, los Humanistas declaramos:

Por encima de todo la salud, la educación, la vivienda y la ocupación plena del pueblo.

No hay por encima estado, ni empresas, ni instituciones, ni modelos económicos.

No hay por encima compromisos, ni deudas que mi pueblo no ha adquirido.

No diré que solamente los poderosos tiene la culpa de todos mis males.

Yo, y mi hermano, y mi pueblo venceremos nuestras propias debilidades para vencer la infamia de los poderosos.

Me pondré de pie frente a la injusticia, la explotación, la discriminación y la violencia.

Ayudaré a levantar a mi hermano y a mi pueblo contra la injusticia, la explotación, la discriminación y la violencia.

Uniré a mis seres queridos, a mis amigos y a mis compañeros.

Afirmaré los valores de mi pueblo y despreciaré la decadencia espiritual de los poderosos.

Afirmaré la lucidez y despreciaré la droga, el alcohol y la propaganda de los decadentes.

Afirmaré la valentía, la compasión y la solidaridad y despreciaré la cobardía, la insensibilidad y la violencia de los poderosos.

Paz, Fuerza y Alegría para todos.

1° de Mayo de 1997"

Imagino, a mi manera, la Humanización de la Tierra anunciada por Silo, y la imagino próxima, al alcance de la intención, cercana en su textura, intuible en los brisas que se adelantan como vientos del futuro.

Eduardo Montes