Humanismo y capitalismo

viernes, 7 de agosto de 2009

Humanismo y capitalismo son incompatibles. No se puede tener como valor central al ser humano y, simultáneamente, tener como valor central el dinero.

Algunos afirman, interesadamente es claro, que el capital en su desarrollo terminará favoreciendo a todos los seres humanos. Esto pasa por alto el hecho de que ese beneficio le llega algunos de forma inmediata y otros, la mayoria, en un hipotético futuro ubicado en el plano de la entelequia.

Humanismo y capitalismo no son compatibles. A esta afirmación un capitalista, gente práctica e inmediata, la tildaría de comunista o cosa por el estilo. Desde el otro extremo se sacarían de encima el sambenito tildando al humanismo de reformista y burgués. Y esto no puede ser de otro modo porque los antihumanismos de todo tipo, intoxicados de naturalismo y supersticiones cientificistas, no pueden comprender al humanismo, su raíz intencional, su matriz posibilitaria, su esencia libertaria.

No es cierto que liberando al capital de todas sus "cadenas" se desarrollará sin límites para beneficio de todos. Ese relato del futuro es un timo creado por los apropiadores del capital para mejor engañar a sus timados. Las sucesivas crisis lo demuestran con claridad.

Pero, ¿cuál es la alternativa al capitalismo?. Los capitalistas dirán que lo que se pretende es sacarle sus casitas a la gente para beneficio de los comisarios del pueblo. Cosa sobre la que el comportamiento de algunos voluntaristas de la ingeniería social parece darles la razón.

En realidad poco cambia para cada uno que la propiedad y el arbitrio estén en manos de unos pocos capitalistas o en manos de unos pocos administradores del todo social. La alternativa a estos males no pasa por el campo de la economía. Sí lo hace por el campo de los valores. Una vez establecidos los mismos, todo lo demás se aclara en sus objetivos, sus recursos, sus tiempos y sus modos.

La única alternativa al capitalismo es el humanismo, no como ideología o técnica social sino como comprensión, sentimiento y experiencia de la prioridad del valor de la vida humana en sus múltiples y cambiantes aspectos.

No es fácil, requiere de esos esfuerzos que hace de tanto en tanto la especie humana para librarse del abismo, para surcar los cielos, para salir al universo.

No es fácil pero ¡vale tanto la pena!

Eduardo Montes

¡Ahora yo también los critico!

lunes, 3 de agosto de 2009

Después de las elecciones hasta los más tímidos y precavidos se animan a criticar al gobierno con los conceptos más extremos que se pueden encontrar.

He decidido que no es el caso de quedarme atrás ni de cometer el error de ponerme a defender al más débil y cosa por el estilo. ¡Yo también los voy a criticar!

Para empezar está el asunto del campo, en eso estamos todos de acuerdo y eso es bueno porque uno se siente acompañado. Este tema está sumamente claro: la tierra es un bien no reproducible, es decir, nadie puede producir tierra, ella está allí. A veces se le puede ganar un poco al mar y otras a los desiertos, pero convengamos en que es un bien limitado. A partir de ahí, y tal vez sin mucho argumento, ya empieza a no gustarme que unos pocos se la hayan apropiado. Y si uno se remonta a los orígenes históricos, en más de un caso esa apropiación bordea lo ilícito o la delictivo, más o menos como actualmente. Nadie puede pensar que detrás del desmonte, en este país y en otros, haya reglas de juego muy limpias.

Bueno, para no extenderse mucho sobre este tema, opino que los conceptos que hay que discutir eventualmente son los de una reforma agraria de cara al futuro, sobre qué se considera recurso estratégico, a qué nos referimos cuando decimos país, patria y cosas así. En fin, toda una discusión semántica que permita abordar grandes problemas que exigen grandes soluciones.

Este gobierno ni siquiera ha rozado esta cuestión, manteniéndose totalmente alejado de la posibilidad de introducir la democracia directa en la producción estratégica. ¡Gravísimo error!

Otro temita es el de la ganancia de las empresas. Que las empresas tengan ganancias es algo maravilloso, la cuestión no es esa sino cuál es el destino de esas ganancias. Es una gran cuestión a discutir qué se hace con ellas, si se reinvierten, si se constituyen reservas anticíclicas, etc. Lo que sí queda claro es que el hecho de que queden concentradas en unas pocas manos trae todo tipo de males sociales: imposición de políticas y modelos, compra de todo tipo de medios de hipnosis colectiva, chantajes, extorsiones, violencias, etc., sin ningún beneficio más que en las fantasías que promueven. Es un gran tema para discutir este, ¡y el gobierno no lo ha hecho, ni siquiera lo ha insinuado!

Por último y para no cansar a hipotéticos lectores está la cuestión del interés bancario. Más allá de la impresión que se lleva uno cuando los ve, los bancos no tienen realmente dinero. El que tienen no es de ellos. Lo manejan como si fuera de ellos y sacan unas grandes ganancias que después se reparten y tienden a reproducirse en el terreno especulativo. Son los grandes promotores de la economía de burbuja cuyos procedimientos si los hiciera, por ejemplo, yo, iría inmediatamente preso. Pero como lo hacen ellos esto no sucede. Acá la idea central es que por la gestión del dinero se podría pagar una tarifa o un precio, como cualquier servicio razonable (no esos basados en mafias corporativas). Obviamente los bancos públicos no podrían cobrar interés y los privados sólo una tarifa por la intermediación entre prestadores y prestatarios. ¿Muy complejo, utópico?. No sé, habría que sacarlo del ámbito de lo indiscutible e intocable. Una vez que socialmente se comience a discutir, seguramente irán surgiendo ideas brillantes que resolverán los complejos problemas de semejante transformación. Pero que es necesaria, es necesaria. No es posible que unos pocos sigan haciendo y deshaciendo, decidiendo, teniéndonos como bola sin manija, como maleta de loco, a todos nosotros, los demás.

Esto tampoco lo solucionó este gobierno, ni parece que lo tenga en vistas. A lo más que atinó fue a la tímida medida de sacarles las AFJPs para que con sus fondos no armen un golpe especulativo o un desbande de capitales a las cálidas playas de los paraísos fiscales.

Como se ve, las mayorías tienen razón, este gobierno deja mucho que desear porque se entretiene en secundariedades, cuando no en complacencias a los poderes de facto, en lugar de poner sobre la mesa las discusiones fundamentales los que, sintetizando, son:

¿Qué hacemos con la propiedad social de la tierra?
¿Qué hacemos con la ganancia de la empresa?
¿Qué hacemos con el interés del capital?

Son preguntas que cuando se respondan adecuadamente van a mandar al sumidero de la historia muchos conflictos propios de la pre historia.

Seguiremos con estos temas...

Eduardo Montes