El misterio de las islas desaparecidas

martes, 27 de noviembre de 2012

No hace mucho un barco del servicio hidrográfico australiano comprobó, durante una travesía por el Mar de Coral, que una isla registrada en mapas, cartas de navegación y la aplicación Google Maps, en realidad no existe. Su nombre, en los mapas ya que no en el lugar de los hechos, era Sandy Island (¿significa isla arenosa, no?)

Esto estimuló toda clase de interpretaciones y alimentó los titulares de las ediciones digitales de casi todos los periódicos del mundo. Algunos aprovecharon el hecho (mejor dicho, el no hecho), para reavivar misterios y leyendas bastante venidos a menos desde que existen los satélites de comunicaciones, internet y toda la parafernalia tecnólogica actual.

Seguramente se trata de algún error, involuntario o intencional, que no admite mayores comentarios, no es que haya desaparecido realmente una isla con sus construcciones, flora, fauna y habitantes.

Algunos dicen que se trata de errores intencionales introducidos por algunos cartógrafos (seguramente estrellas dentro de la actividad) para detectar la actividad de copy-paste, es decir para que no les plagien sus trabajos, cosa difícil de comprobar de otra forma.

Antiguamente existía en el océano Atlántico norte una gran isla situada entre la línea imaginara Gran Bretaña-Noruega y Groenlandia. La misma fue ocupada hacia el año 900 por emigrantes provenientes de Escandinavia y, probablemente, de Irlanda. Se trataría de vikingos con sus esclavos irlandeses.

Estos primeros habitantes pusieron en marcha lo que podría considerarse la primera democracia parlamentaria del mundo. Es muy probable que sea necesario calmar entusiasmos porque, muy posiblemente, no se tratara de una democracia como la podemos entender ahora, aunque mediante ella pudieran zanjarse muchos conflictos reales, a diferencia de la actual donde no se zanja nada.

Al ser una democracia sin estado, era más bien la formalización de la coordinación entre diferentes grupos, cuya organización interna tal vez se pareciera a la de los clanes o tribus. Así, los distintos tribunales formados con representantes de todas esas configuraciones, servirían en caso de necesidad común (defensa o guerra, por ejemplo) o ante disputas entre partes. De cualquier forma, el símbolo es válido, no tenían organización centralizada, bastante al estilo medieval del que provenían, y no tenían una monarquía que los unificara aunque sea simbólicamente.

La vida en el lugar era dura, pese al clima bondadoso, para la latitud, gracias a la corriente del Golfo y sus restos de calidez tropical. Los principales recursos provenían de la agricultura y de la pesca.

Hacia el 1200, el fortalecimiento económico de algunos grupos, y sus disputas por el poder, ubicaron la historia de esta isla en paridad con el resto de Europa y, probablemente, el mundo, sucediéndose las correspondientes pestes, hambrunas, cambios de mano, erupciones volcánicas, emigraciones masivas, etcétera, hasta bien entrado el siglo XX.

Esta isla se independizó totalmente en 1944, organizándose como república parlamentaria. Desde entonces, y aun antes, mantuvo el bajo perfil que su situación geográfica y demográfica le adjudicaban. Su escasa población (en ningún momento mayor a los 300000 habitantes) y su ubicación septentrional nunca la pusieron en el foco de la atención mundial.

En las últimas décadas su economía comenzó a prosperar de la mano de la diversificación económica, en la cual debe destacarse el área de servicios financieros. A partir del siglo XXI, al igual que en el resto del mundo civilizado, y a caballo del burbujeo financiero, la economía lanzó hacia la estratosfera de las grandes e inexplicables ganancias a esta isla y a sus, locos de contentos, habitantes.

Pero, como bien se sabe, nada es eterno, etcétera, la crisis del año 2008 colisionó de frente con el jolgorio y los principales bancos (los tres bancos), que desarrollaban su actividad a nivel internacional, quebraron. Simple, llana y definitivamente quebraron.

El gobierno, como todo buen gobierno, hizo lo que se hace en estos casos, es decir, nacionalizar las pérdidas. El caso es que sus pares de Gran Bretaña y Holanda exigieron que se indemnice a los ahorristas de sus respectivas nacionalidades (quienes clamaban "¡mi plata, quiero mi plata!", muy al estilo rioplatense o, más específicamente, porteño).

Mientras se desarrollaban las negociaciones para satisfacer dichas exigencias, comenzó a levantarse un murmullo entre la población (por graficarlo de algún modo) que se transformó en grita a poco de enterarse a cuánto ascendería la cuenta y cúanto debería pagarse per capita. En fin, para no extenderse en demasía sobre este asunto: se hizo un referéndum o algo así y la mayoría decidió que no había que pagar nada y además había que meter presos a los banqueros y a los políticos que los habían protegido.

Cayó el gobierno, asumió otro de izquierda liderado por una mujer (cosa que estimuló no sé qué historia acerca de la restauración del matriarcado, sobre todo entre las huestes de la militancia feminista, creo) y volvieron todos al tema de la pesca, la agricultura, la energía geotérmica e hídrica y a otras cosas a las que se dedicaban antes de que llegara la falopa financiera.

Esta isla se llamaba Islandia, nombre que significa tierra o país de hielo. Tiene el nombre cruzado con otro lugar que se llama Groenlandia, es decir, tierra verde. El caso es que el hielo está en Groenlandia y el verde en Islandia.

Evidentemente, ya en épocas remotas tenía la intención de embozar su ubicación. Actualmente lo ha logrado porque desde que decidió no pagar la deuda delictiva que le habían endilgado ha desaparecido de todas partes. No la nombran los diarios, ni pequeños ni grandes, no la mencionan los noticieros, ni las agencias, ni nadie que tenga alguna relevancia. Solamente algunos blogueros ignotos la utilizan de vez en cuando para llevar agua a su molino o querer hacer algún paralelismo tirado de los pelos.

En fin, probablemente a Islandia, donde sea que esté, le convenga no estar en boca de nadie y así dedicarse a restañar sus heridas, resolver los problemas que le dejó la jauja y estar lista para ser destinataria de un nuevo milagro económico que, de paso, la haga reaparecer.

El capital no guarda resentimiento y siempre le da la bienvenida a los hijos pródigos. Esta imagen paternal no debe ilusionarnos mucho, es un padre al estilo Cronos quien, sin mayores remordimientos, se devora a sus hijos.

En síntesis, me parece más llamativa la desaparición de Islandia, que creo que realmente existió, que la de la isla Sandy, que creo que nunca lo hizo.

Eduardo Montes

8N ¡Basta de mordazas, caceroleros no editados para todos (y todas)!

sábado, 10 de noviembre de 2012

Recuerdo que cuando era niño el 11 de septiembre era el día del maestro. Después, cuando joven, la fecha pasó a pertenecer al golpe de estado contra Allende, en Chile. Así, al feriado por la memoria de Sarmiento se le agregaban las marchas contra Pinocho y su malvada dictadura.

Muchos años después ocurrió el atentado a las torres gemelas en Nueva York y ya la fecha pasó a asociarse, casi exclusivamente, a ese hecho. Además dejó de llamarse "11 de septiembre" para ser "11S". Bueno, cosa de yankees a los que les gusta las abreviaturas, las siglas y los nombres cortos.

Pero, todo lo que es de yankees termina por ser adoptado casi globalmente, particularmente por las capas de población de inteligencia más débil o, si se quiere, más flexible. Estas capas están formadas, circunstancialmente, por personas ávidas de productos importados y, de modo permanente, por toda clase de periodistas y afines.

La cuestión es que desde mucho antes de todo esto el 8 de noviembre es mi cumpleaños. No es que sea tan importante, alguna vez me he llegado a olvidar de esta fecha, pero de cualquier modo el robo del significado (junto con otros latrocinios parecidos), empezaron a malquistarme un poco con todo esto, situación que se agravó cuando la bautizaron como 8N.  ¡Pero qué pisaverdes petimetres y lechuguinos!, exclamé, frente a la incomprensión general.

Bien, después de este introito espero que se comprenda que mi actitud hacia el cacerolazo del 8N no sea tan positiva como sería deseable. Aún así, trataré de ser lo más ecuánime, justo, neutro, descriptivo que me sea posible, dadas las circunstancias. Trataré además de no escribir motivado por el pancho y la coca y, otra vez en grado de tentativa,  trataré de transportarme por mis propios medios y no que me lleven como masa anónima, ignorante y oscura (y sucia y maloliente) en un incómodo ómnibus escolar.

Hechas las salvedades que me ubican en un espacio insospechable vamos a los hechos:

La concentración fue multitudinaria. ¿Cuánta gente fue? No sé, los organizadores (?) dicen 700 mil, la policía 70 mil. ¿Cuál es la cifra correcta? Difícil de saber, pero algunos datos le permitirán a cualquiera hacer los cálculos que más le gusten.

La Plaza de Mayo mide un poco más de 19000 metros cuadrados. Si cada metro cuadrado fuera ocupado por cuatro personas, como en el subte A en la hora pico, eso daría unas 80000 personas. Siempre y cuando estuviera colmada y fuera una superficie plana y vacía. Como puede comprobarse a partir de este cálculo, toda fantasía acerca de centenas de miles de ocupantes es eso, una fantasía (aplicable también al 17O '45).

La avenida 9 de Julio tiene 140 metros de ancho, por lo tanto en cada cuadra (120 metròs de largo), caben 67200 personas a razón de 4 por m2, 33600 a razón de 2 por m2 y 16800 a razón de una persona por m2. Cada uno puede elegir el apiñamiento que más le guste y la extensión en cuadras más favorable a sus intereses, confesables o no. Pero para hacerlo hay que, mínimamente, respetar la geometría.

Dirimida de manera sabia y científica la cuestión del nivel de concurrencia vamos a los temas de fondo, es decir, los reclamos.

Primero, y encabezando tenemos la cuestión de la inseguridad. Dejando de lado el hecho de que Chile y Argentina ocupan el top two de los países que más quejas tienen sobre este tema y donde las estadísticas indican que son, en Latinoamérica, los que menos asesinatos registran por habitante, es un reclamo legítimo porque, cualquiera sea la estadística, está claro que con un poco de voluntad política se pueden lograr mejores resultados. Y cualquier mejora representa más vidas que se salvan, menos proyectos vitales que se truncan. Y eso es bueno.

¿Cómo puede mejorarse esto? Veamos, la gente cree que la inseguridad se debe a la incompetencia de la policía (cuando no a su complicidad) y a la venalidad de los jueces. La solución es sencilla, transformar los cargos en electivos, o sea que el pueblo vote a quien quiere como juez, fiscal o comisario. Muy al estilo de los admirados Estados Unidos. Es claro que ninguno de estos crean las leyes, esto lo hace el legislativo del nivel que sea (nacional, provincial o comunal), pero eso también es elegible. De este modo el pueblo tendría algo más que protestas a la hora de las decisiones.

Tema inflación. Por un lado está su medición, que todo el mundo dice que está distorsionada. Aún así, nadie puede pensar que la medición produce inflación. Lo cierto es que si el gobierno dejara de encaminar fondos a ciertas capas de la población estas tendrían menos para comprar con lo cual bajaría la demanda. Otra cosa que se podría hacer es disminuir los sueldos, sobre todo los más altos que son los que mayor presión de demanda ejercen. Pero la pregunta es: ¿quién le pone el cascabel al gato?
También, gente con tanta vocación cívica y tan preocupada por la pobreza (como se ha visto en más de un cartelito), podría boicotear los aumentos de precio racionalizando el consumo de modo de obligar a su disminución. Esto suele ser muy común en los admirados Estados Unidos, lugar donde no se mide, dicho sea de paso, la fluctuación del precio de los alimentos, ni de la energía, ni de los desocupados que no buscan empleo ni de los que dejaron de recibir subsidios.
¿Por qué la emisión monetaria no produce inflación en USA? En parte porque no se mide y también porque la emisión no va a parar al bolsillo de la gente, esa que compra panchos y coca cola.

Sintetizando, si tanto preocupa la inflación lo mejor es cuidar el dinero que se gana, aunque sea mucho, y no comprar de más, no comprar lo que aumenta súbitamente, no ser fiel a proveedores ni marcas. Así lograremos disminuir la inflación, mientras el gobierno hace algo, cosa que dudo.

Calidad institucional. ¡Flor de tema! Para empezar a salir de la frastraslafra en que patina este asunto lo mejor será hacer propuestas. Ya se hicieron algunas con el tema seguridad. Habría que agregar a esto alguna ley que impida al poder ejecutivo (de cualquier nivel) el veto. Es un desatino que los representantes del pueblo en la función de generar las leyes se vean permanentemente impedidos de llevar adelante su función. Después nos quejamos cuando se transforman en simples escribanías.

La parte de que el gobierno escuche a las minorías, etcétera, es de muy buena intención y está muy bien pensada, además de ser muy dulce y tierna, pero me parece que no va a poder ser. Más que nada porque este gobierno, a diferencia de los anteriores, cree que porque sacó más votos, sólo por ese hecho circunstancial, puede hacer lo que quiere, incluso gobernar y establecer su propia agenda (pronúnciese ayenda).

Tema democracia. Reconozcamos que el hecho de que el voto de cualquier piojoso ignorante tenga el mismo peso que el mío es bastante odioso. Pero, hagamos el esfuerzo, también caigamos en cuenta que el hecho de que cualquier voto tenga más peso que el mío es bastante odioso. Pero no por eso es de buen tono proponer una democracia donde sólo un voto, el mío, decida todo. A partir de ahí, no nos queda otra que aceptar, aunque sea por ahora, el esquema de "un ciudadano, un voto". Y si queremos ampliar la democracia, demos derechos a los más jóvenes y a los extranjeros, después de todo, ellos viven acá, pagan impuestos acá y sufren las consecuencias de los desgobiernos acá.

No está equivocado el planteo de que esto es una democracia formal. Habrá que avanzar hacia una democracia real modificando las leyes, incluida la constitución, para que el voto se extienda más allá de la elección de autoridades y sirva para decidir las cuestiones claves de la vida nacional. Esto se implementa con plebiscitos, referendums y consultas vinculantes. Para esto hay que modificar la constitución, cosa que muchos no quieren. Pero bueno, las cosas son así, no se pueden hacer tortillas sin romper huevos.

En relación al tema de la libertad supongo, tal vez en un exceso de inferencia, que no se refiere a ninguna cuestión política. Los sucesivos cacerolazos son una demostración elocuente de la libertad de expresión, manifestación, reclamo, ocupación del espacio público, opinión sobre las autoridades, etc.
Supongo, tal vez en otro exceso de inferencia, que se refiere al posible control estatal por medio de la tarjeta SUBE, o del registro de las operaciones financieras o comerciales al que puede acceder la AFIP. Estas cosas me parecen importantes pero, sin que se lo ponga como prioritario, me da la impresión (sigo infiriendo) que el tema de la restricción a la compra de dólares se torna esencial a la hora de calibrar la libertad.

Infiero, ya decididamente volcado a esta actividad, que la dictadura va a continuar y, si alguien pregunta si se va a aflojar la restricción a la compra de dólares en algún momento, me parece que va a ser que no.

Habrá que seguir luchando políticamente hasta que finalmente un gobierno deje en libertad al dólar que nos haga libres.

Con todo lo anterior y alguno que otro aditamento se puede articular una plataforma política para las próximas elecciones presidenciales. Quien enarbole estas banderas seguramente va a ser elegido ya que representan el sentir de la mayoría.  Si esto no es así quedará demostrado que estamos en una democracia bolivariana donde entre populismos y fraudes informáticos el pueblo viene siendo postergado y sometido a una dictadura espantosa. ¡Dios nos libre!

Es de esperar que la presidenta (1. f. Mujer que preside, según www.rae.es) deje de provocar caceroleros, porque el incremento del fenómeno es proporcional a la disminución de la oposición política y la responsabilidad de la evaporación opositora se la endilgan a ella.

Los protectores de estas manifestaciones, y para evitar metidas de pata, han optado por la imagen sin sonido. Esta bien, pero es como ver un partido sin ambiente, pierde dramaticidad y una manifestación opositora sin esa carga emocional pierde potencial opositor. Es un dilema difícil de resolver. Si estuviera en mis manos decidiría por la sinceridad brutal ("que se muera la yegua" es mejor slogan que el oficio mudo), pero los mentores de todo esto no se caracterizan por esto de la sinceridad y les gusta disfrazar las cosas de acuerdo a su particular estética, que suele ser un tanto anémica.

Espero que los cacerolazos se sucedan tanto como la gente que los impulsa lo desee y tanto como la gente que quiera acompañarlos, acompañe. Todas las veces pueden contar con mi ausencia. Se que uno no decide nada, ni quita ni pone nada, pero de cualquier forma no voy a ir. Será por la falta de pancho y coca o por lo que sea, pero no voy a ir. Si lo voy a ver por televisión y espero que siga siendo divertido como en septiembre, no como este último al que le aplicaron la ley mordaza. Este puede ser un nuevo slogan "¡Basta de mordazas, caceroleros no editados para todos (y todas)!"

Volviendo a la cuestión central, voy a aprovechar mi avanzada edad para dejar de festejar cumpleaños. La fecha ya es irrecuperable y su designación me parece de un cholulismo insanable. De ahora en más pueden elegir en que fecha del año enviarme regalos. Siempre que no coincida con navidad, reyes, día del amigo, san valentín, día del niño y otros similares, pueden enviarlos cuando quieran.

Eduardo Montes

El extraño caso del sr. Lanata

sábado, 13 de octubre de 2012

El anuncio de la victoria electoral de Chávez, sin querer, se transformó en uno de esos momentos únicos, inefables, que recordaré por mucho tiempo.

Cuando el ilustre periodista, y algo más, leyó los números del escrutinio apenas si pudo aguantar la profunda contrariedad que le produjeron y después pidió un corte. Su rostro desencajado fue el non plus ultra de una noche de fiesta.

Evidentemente la experiencia lo dejó un poco tocado porque cuando regresó al país, aparte de refunfuños que  nadie creyó, salió con la cuestión de que Argentina y Venezuela eran "democracias autoritarias" (ya no "dictaduras populistas") . ¡Interesante ascenso en el escalafón!

¡Qué bueno es estar vivo! Si no uno se perdería cosas como estas, pequeñas cosas de la vida que no son su sentido, pero lo aderezan...

Ese momento, divertido, tiene además cierto valor de símbolo, de mojón en una trayectoria aparentemente extraña que ha llevado a un empresario del progresismo más o menos izquierdista a una derecha, cada vez menos más o menos, recalcitrante. Muy a la Vargas Llosa pero sin premios literarios.

No puedo quitar de mi mente una pregunta copresente, un rum rum constante que me quita la paz  (por mucho que respire). La pregunta es: ¿por qué fenómeno cuántico ese señor pasó, sin escalas, de acá a allá?

Después del domingo ya no puedo postergar más el asunto, tengo que dilucidar el caso.

Hace bastante tiempo, no recuerdo cuándo pero fue en la década de los noventa, una amiga elogió a este buen señor por su vocabulario en cierto programa radial (o televisivo, tal vez), le gustaba su desenfado y su provocación. Todo hubiera quedado allí si ella no hubiera pedido mi opinión. Cavilé un instante y luego le dije: “no sé, tengo la sensación de que sus palabrotas son impostadas, cosméticas, no le salen de adentro. En fin, son una pose”.

Además agregué que sus “malas palabras” ya no lo eran, estaban incorporadas al lenguaje cotidiano sin mayor carga, por lo menos algunas de ellas (era la época en que el “boludo” empezaba a reemplazar al “che” o a acompañarlo).

¿Te parece? Preguntó esta amiga.

Respondí que eso era lo que me parecía y además me despaché con una perorata acerca del curro cultural que involucraba a toda clase de artistas, intelectuales, periodistas y afines. Espacio del que no eran ajenos muchos politiquitos de la fauna vernácula.

Lo particular de todos ellos es que siempre andan por ahí buscando escenario desde una posición “independiente” que a duras penas emboza su afán de relieve personal. Si se observara con atención sus trayectorias se vería que estas, propulsadas por la notoriedad (con los emolumentos consecuentes), pueden seguir vectores insospechados. Así, van tomando derivas que provocan, si uno las pierde de vista por un tiempo, una cierta sorpresa, parecida a la que se experimentaba cuando niños, ante algunos trucos de magia (nada por aquí, nada por allá. ¡Acá taaa!).

Uno empieza a dudar de su memoria y se pregunta “si este no es el mismo que...”, “pero este no es el que decía...”, “pero si yo lo vi con...”, hasta que alguien lo informa adecuadamente y uno se queda diciéndose “mirá vos”...

Podríamos dar muchos ejemplos de esto pero mejor será no perder de vista el tema. Y el tema es “El extraño caso del sr. Lanata” que, al modo de los misterios de las novelas de misterio, al final no tienen nada de misterio y sí una explicación extremadamente lógica donde todos los detalles encajan.

A veces hay que apelar a campos ajenos al aparente para lograr una interpretación correcta del fenómeno o es necesario un buceo en los vericuetos del alma humana, tan sencilla y tan enredada a la vez.

Para encarar una comprensión necesitamos un punto de partida. Partamos de la siguiente idea: todo ser humano, en su adaptacion al medio social, es guiado por tres intereses, sexo, dinero y prestigio. Y es una regla no escrita que si se logra una buena posición en dos de ellos, el tercero cae solo.

Esta premisa podrá aparecer como poco seria, reduccionista, arbitraria, sin base científica y/o filosófica, etc., pero tiene una característica esencial: es la que hemos asumido. Y con esto se agota la discusión por improcedente.

Pues bien, los artistas, los intelectuales, los políticos, los periodistas, los científicos, etc., no están exentos de ser guiados por estos tres intereses fundamentales. Es más, y por mucho que pueda sorprender a los espíritus simples, probablemente estos personajes tengan estos intereses como una obsesión en el grado pluscuamperfecto de la compulsión irrefrenable. Después, el talento, la fortuna o el background de relaciones los lleva en una dirección u otra, siempre guiados por un fototropismo ciego.

Las convicciones, la autenticidad y otros intangibles pueden ser parte del packaging, pero no son la esencia del asunto. Siempre se puede hacer una autocrítica del pasado para justificar un presente, ahora sí, verdadero. O, las más de las veces, sostener que no se ha cambiado sino que el mundo, los demás han cambiado, pero uno es una petra inmutable en el centro del cosmos.

Este fenómeno de traslación o fototropismo es muy usual en estos ámbitos. Lo que le da cierta originalidad al caso que nos ocupa es su velocidad. No se trata tanto el haber asumido una oposición sin matices al gobierno sino, fundamentalmente, el giro hacia la corporación mediática con una renovación total de vestuario en una especie de extreme make up ideológico, con una voltereta grotesca que lo deja a los besos con personajes tales como Bullrich o Capriles (y en breve, Moyano), quienes, además de representar intereses (brutales intereses), son expresión de una estética, una sensibilidad, un modo de sentirse, un modo de vivir y un modo de configurarse ante el fenómeno humano en general totalmente alejados, supuestamente, de los suyos.

La respuesta inmediata que esboza alguna gente, bastante desilusionada con el sujeto en cuestión, es acusarlo de haberse vendido, de haberse convertido en un mercenario sin entrañas (sin chistes fáciles). Creo que el tema dinero no es desdeñable, pero no parece explicar el asunto en su totalidad.

Un detalle a resaltar es que la corporación mediática, con todo su poderío económico y relacional, no ha podido cobrarse mayores presas, es decir, se maneja más o menos con el mismo plantel estable que tenía de personajes sin mayor relevancia intelectual y/o moral.

Esta es la única que ha podido exhibir, con el aditamento de que no hace mucho era uno de los más fuertes criticos del conglomerado. Doble ganancia como corresponde a gentes de negocios.

Ante todo esto voy a ensayar una interpretación que irá por otros canales, no por el lado de la burda mercenarización o por el lado de hipótesis de resentimientos personales  con algún socio por cuestiones de plata o figuración, que no las descarto, pero que me parecen insuficientes. Les falta algo más, ¿cómo diría?, algo más “espiritual”...

El tema, sin soslayar los otros, parece tener su primario en la imagen de sí, en el prestigio. Desarrollemos.

Durante el gobierno de Néstor Kirschner no hubo mayor oposición de la corpo mediática. Su hombre en el gobierno le daba todo lo que pedía y la relación con el mismo se podía graficar con la antigua expresión “miel sobre hojuelas”.

Alguna publicación sacó un artículo en el que se afirmaba que Kirschner, Moyano y Magnetto eran los hombres más poderosos del país (por encima de los Rocca, Pagani, Miguens, etc.), cada uno en sus respectivas áreas, sin solaparse ni interferirse, en perfecta armonía y sincronización.

Prácticamente no debe registrarse una sola crítica al kirschnerismo en esta etapa, creándose la ilusión o la impresión de que estaba siendo el mejor gobierno posible.

Los triunviratos, se sabe desde Roma, nunca terminan bien, y este tampoco habría de hacerlo. El primero que “pudrió todo” fue Néstor, quien no pudo aguantarse y empezó a comentar en cenáculos reducidos que se “iba a cargar al monopolio”. La ley de medios ya estaba asomando y, obviamente, estas infidencias dichas ante los “topos” de la corpo pronto habrían de llegar a los oídos de Magnetto.

Es claro que no se puede pasar, sin decir agua va, del amor al odio sin que medien algunos pretextos, y sin que se terminen de abrochar algunos negocios. Pero la oportunidad de dar el primer golpe, o contragolpe, llegó apenas Cristina terminó de carretear y empezó a gobernar. Esto es historia conocida cuyo puntapié inicial fue el denominado, intencionadamente, “conflicto con el campo”.

¿Y todo esto qué tiene que ver con la elucidación de nuestro caso? Mucho, porque la radicalización de posiciones que se empezó a desarrollar en ese momento sacó a nuestro amigo de la cómoda posición de fiscal de todo el mundo ubicado en algún punto de la nada, allá arriba.

Cada vez más la cosa se fue simplificando, aunque no facilitando, hasta transformarse en “a favor” o “en contra”, sin matices, ambigǘedades, zonas grises o posibilidades distintas. Estas situaciones suelen ser aptas para espíritus binarios a quienes el sí o el no les alcanza para describir y operar sobre todo lo que existe. ¿Y lo demás?, bueno, lo demás no existe.

En este contexto nuestro amigo podría haber derivado hacia cualquier lado. Es más, teniendo en cuenta los antecedentes ideológicos, el tipo de lenguaje, el tipo de lecturas, etc., lo más probable es que, así, cerrando los ojos, uno dijera que iba a orientarse hacia un apoyo, seguramente crítico, al gobierno y todo lo que él representara.

Algunos factores impidieron esta asociación:
  • Cristina se apropió sin miramientos de todo el discurso de la izquierda, particularmente el tema derechos humanos. Cosa que venía de antes, pero que adquirió mayor relieve con ella.
  • Cristina planteó lo que se llama, quién sabe porqué, la “batalla cultural”. Básicamente una confrontación de relatos, muy en la concepción postmoderna, como más o menos es moda en la intelectualidad de las últimas décadas.
  • Cristina es estrella, no es simplemente una política, tiene capacidad actoral y domina el escenario. Compone un tipo de personaje al que, si se lo sigue, siempre será más como acólito que como acompañante. Es un rasgo de carácter que no tenía su esposo y por eso podía tejer toda clase de entramados y sociedades. En cambio ella suscita un cierto trato de diva. No es que ella lo imponga, es que les sucede eso en su presencia.
Esto lo expresan algunos tratando de degradar su mandato semejándolo a una monarquía. No se dan cuenta que con esto confiesan el extraño efecto que ella les produce.

Estos tres factores resultan insoportables para quien se siente dueño de la temática progresista, líder de la cultura y, como si esto fuera poco, la estrella que falta en la galaxia.

Es claro que estas cosas tienen sus explicaciones y sus interpretaciones por medio de los más diversos psicologismos. Que si compensan alguna deficiencia de personalidad, o una infancia desgraciada, o un padre autoritario, o una madre sobreprotectora, o una tía libidinosa, o un hermano alcohólico, o un exceso de encierro en casa, o un desarraigo familiar, o lo que sea. Pero eso no importa.

El punto es que si alguien experimenta que el lugar que le pertenece, lo ocupa otro, y este alguien es una persona en extremo malcriada y caprichosa y el ocupante, para colmos, talentoso y obstinado, entonces, después de la rabieta del caso, tratará por todos los medios de desalojarlo de allí y, mientras esto sucede, tendrá que ocupar otro espacio, simétrico en su imaginación. Él quiere estar "arriba de todo" y, lamentablemente, "arriba de todo" está Cristina. 

Como le han usurpado “su lugar” hace guerra de guerrillas, y como no hay medios independientes, lo hace desde el que le da todas las armas para su guerrita particular. Un poco al modo de los taliban, esos que eran financiados por un lado para que incordiaran al otro.

Siempre ha sido así, los mercachifles compran lo que pueden para seguir haciendo sus negocios y los extremistas manotean lo que sea mientras justifican los medios por sus fines.

Esto les ha pasado a muchos, pero no muchos son los fundadores de Página/12, en su momento máxima expresión de la profundidad superficial, de la mediocridad inteligente, del estrategismo de café y de la sabihondez insustancial.

Se puede argumentar que Lanata no es un fundamentalista ni un extremista, que es un hombre democrático, amplio, moderno y otras maravillas.

Quienes argumenten de ese modo evidencian que no entienden nada de nada. Este hombre sí es un fundamentalista, esencialmente de su propio yo, de su sobamiento, acrecentamiento, complacencia y relevancia. En síntesis, un egotista exacerbado, como toda estrella o aspirante a tal.

Por eso cuando se encuentra con estrellas como Cristina, sueña con hacerles una pregunta (desde su posición de fiscal periodístico ubicado en un espacio cuántico) que la fulmine y que demuestre que la única estrella es él.

Él se emplaza en ese lugar extraño en que, con los superpoderes de su lengua y con un canchereo sin soporte, hará la/s pregunta/s que fulminaran al kirschnerismo dejando despejado su precioso espacio usurpado (my precious!).

Él asocia Cristina a Chávez, como tantos otros, pero la verdad es que le producen efectos diferentes. Este también tiene algo de superstar, pero es de una especie distinta. Para empezar, personajes como Jorgito no le llenan una carie. Es un animal sólido al que no le importa nada lo que él pueda decir. Le importa tanto como los tacones de una señora de clase media caraqueña, o las ínfulas de un petimetre acomodado. 

Tal vez por eso hizo el circo de aparecerse con una carpeta de los servicios de inteligencia para que lo detuvieran y así darle un poco de entidad a su miedo y que no sea sólo imaginario. 

Imagínense a Hugo Chávez entrando a un lugar con su guardia pretoriana de cubanos, con sus inocultables modos militares, con el peso específico de su corporalidad en marcha, que venga un pelafustán y le haga preguntas plagadas de prejuicios e ideítas anémicas. ¡Le manotea el micrófono y se despacha con un discurso de dos horas!

Es claro, a Cristina no le tienen miedo por una razón sencilla, ella no da miedo. Ella lo que provoca es envidia (por el pelo, la ropa, las carteras, los discursos sin papers, la memoria, el codeo y otras superficialidades), una envidia que no se traduce como deseo de emulación sino como resentimiento. Y a Lanata, un bufoncito predestinado a entretener a la soldadesca de este lado de la contienda, le da más envidia que a nadie. Por eso se pasa al otro lado a criticar carteras y vestidos, con esa saña propia de los envenenados.

En fin, que cuando el cien por ciento de una conciencia está motivada por sexo, dinero y prestigio, es sólo cuestión de aumentar la temperatura para que aparezca la monstruosidad. Es necesario sólo un pequeño uno por ciento de mística para que la misma se neutralice. Sólo una pizca, pero una pizca sumamente rara. De esto, el gordito, absolutamente nada, por eso es que no cree en su existencia. Por eso no puede percatarse de que alguna gente, con sus mismos defectos, obsesiones y taras, es diametralmente distinta, sólo por ese uno por ciento definitorio, esa pizca de mística, ese catalizador imprescindible para quien aspire a ser real.

El ignorante, en una extraña lógica, hace de su ignorancia prueba. A veces confundiéndose solo, otras confundiendo a otros.

Así dicho, todo parece chato y sencillo, sin embargo tiene sus bemoles. La falta de plan B por parte de Lanata el día que, según toda la probabilística, ganó Chavez, es muy llamativa. ¿Es que realmente creía que iba a ganar Capriles? ¿Es que se creyó todas las operaciones falsificadas que ellos mismos lucubraron? ¿Es que pensó que ya que ellos así lo querían, así iba a suceder?

¿Es que no le dio mala espina que sus amigos del alma sean ahora la Bullrich, Pinedo, Michetti, Recoleta?

Evidentemente no, porque cuando uno se quita el alma por un fin espurio, se des-alma, se transforma en un desalmado, no solamente pierde lo obvio, sino también algunos accesorios tales como la inteligencia, la intuición, el tino.

¡Pero Lanata es un tipo inteligente! Diría un importante importador de chucherías (enojado con Moreno).

Era, o mejor, era un poquito, y lo demas lo fingía. Lo que resta es un reflejo, algunos hábitos pero, pronto verán, nada nuevo, nada original, salvo la parodia de sí mismo en un adobo constante de su pequeño ego, cada vez más y más inflado cuanto más y más vacío.

Comparar la situación en el aeropuerto de Maiquetía con los treinta mil desaparecidos es una desproporción rayana en el chapismo, situación en la que el robo de significados y símbolos se desmadra hacia el desquicio. El veneno es la dosis, y cuando esta es alta y reiterada puede hacer perder la razón.

Pero bueno, todo tiene su compensación y cada uno tiene lo suyo. Él podrá codearse en Miami con todos los garcas latinoamericanos y uno, de gustos más modestos, podrá pasar, hasta que la risa amenace con infarto, una y otra vez ese instante fugaz, pero eterno, en el que dice, al borde de un ataque de nervios (como le gustaba titular en Pagina/12), “vamos a un corte”.

Eduardo Montes

Ganamos los populistas

lunes, 8 de octubre de 2012

Chávez ganó las elecciones en Venezuela. No deja de ser una buena noticia, a pesar de que esto pueda significar que arrecien los ataques a su gobierno así como el deterioro de su salud, seguramente frágil.

Tampoco es un tema menor el de los simbolismos, la asociación de ideas que se hace. Seguramente los "cacerolosos" tendrán que cambiar el slogan que tenían preparado ("Ya derrotamos al simio Chávez, ahora vamos por la Kretina...") por otro más acorde con la situación, como podría ser algo que contenga la frase "antes de que nos convirtamos en Venezuela", o cosa así.

Todo esto sería anecdótico si no llevara en su seno una contienda de cierto interés. Esta se resume en "populismo sí" o "populismo no".

La palabra "populismo" tiene diversas acepciones y una larga historia (desde Roma, cuna de muchos malos entendidos), pero siempre es usada de modo negativo tanto por receptores como por emisores. Estos, como es obvio, emitiéndola y aquellos, rechazándola. En suma, nadie la quiere para sí. Es pues hora de que alguien se apropie de ella en sentido positivo.

No sé si alguna persona, en su sano juicio, ha dicho alguna vez: "Efectivamente, soy populista". Pues bien, ha llegado la hora de que alguien de un paso al frente, de modo que no tengo más alternativa que predicar con el ejemplo: Soy populista y lo sostengo públicamente.

De ahora en más puedo ser llamado de esa manera por quien quiera, esto no me ofenderá ni mucho menos.

Quien quiera saber que significados le otorgo al término, pueden continuar leyendo, aunque no sea estrictamente necesario.

Entiendo por populismo la práctica política de prometer beneficios y derechos reales a sectores que no los poseen, con el fin de alcanzar el poder y, una vez logrado, cumplir con lo prometido. Como contrapartida considero que son populistas aquellos beneficiarios que, esperanzados por las promesas dan su apoyo o, ante la corroboración de su cumplimiento, lo sostienen. Es un sistema simple de "toma y daca", basado en el favor y el agradecimiento. Y así debe ser.

Es cierto que el derecho no debe obtenerse como favor, pero cuando la ley no es cumplida y nadie le importa, cuando la constitución de un país es una vaga declaración de principios sin ningún anclaje en la realidad, que alguien venga y haga efectivo algún derecho teórico, se experimenta como un verdadero favor. Y ante los favores, el agradecimiento es de buena educación y don de gentes.

A esto, los opositores le llaman "populismo" y "clientelismo" y a los beneficiarios "vagos que no quieren trabajar". Esto en medio de rabietas rayanas en la patología mental.

Por mi parte, votar a aquellos que prometen, y cumplen, beneficios y derechos, me parece más cercano a la sensatez que votar a quienes prometen "ajuste", "austeridad", "fin de la fiesta", etc. Cosa que se parece a la demencia cuando hay que pagar los desajustes, el derroche y la festichola de otros que, nunca, pero nunca, pagan los platos rotos de ninguna fiesta, y a quienes que otros paguen lo que ellos rompen les parece de una viveza fuera de todo límite y que hace más grato el fruto de sus fechorías.

A la cultura europea, trastornada por siglos de guerras fratricidas (con Prusia, Inglaterra y Francia a la cabeza), la han convencido que este es el colmo de la civilización, la responsabilidad y la sensatez, cosa que la impulsa a mirar por encima del hombro a los fenómenos latinoamericanos. Pero esto es tema para otro desarrollo...

¿Por qué habría que convencer a los pobres, los marginados, los descastados que lo más importante es la "calidad institucional", es decir, la frastraslafra, en lugar del "pan y el circo", es decir, el alimento y la diversión?

¿Quién que no fuera malintencionado y malvado querría convencer a los descastados de que no les conviene lo único que les conviene? ¿Que de este modo no saldrán nunca de su situación de marginación y pobreza? ¿Si esto es así, por qué no lo dijeron antes de que aparecieran los monstruos populistas? ¿Por qué no explican su plan para acabar con la pobreza, la marginación y la desigualdad? ¿Por qué les exigen a otros que tengan paciencia cuando ellos la pierden sólo al imaginar una pequeña perdida eventual?

Que los "dictadores" y caudillos lo hacen sólo por su afán de poder y enriquecimiento todavía está por verse.  Pero aún si esto fuera cierto, ¿por qué a los pobres debería interesarle?, ¿qué tienen que ver ellos con estas disputas entre acomodados, ricos, muy ricos y riquísimos?

¿Por qué deberían interesarle los buenos modos y la moral de gentes de las cuáles sólo recibió, recibe y recibirá humillación, degradación y servidumbre?

Además, y para completar el cuadro, son tildados de vagos, resentidos y envidiosos del éxito ajeno. Más todavía, ¡temerosos del éxito!, como bien lo prueban varias teorías psicológicas en boga. O bien, como sostienen algunos gurúes muy sabios, pacíficos y bondadosos, víctimas del mal karma acumulado en sus vidas anteriores.

¡Ahora resulta que los discriminadores son institucionalistas, democráticos, éticos, justicieros y, sobre todo, extremadamente interesados por la suerte de los pobres!

Uno de los rasgos extraños de esta época, posiblemente de todos los finales de época, es que la inocencia desaparece. Entendiendo por tal ese talante más o menos genuino que lleva a creer en ciertas cosas de modo, también más o menos, cercano a cómo se las expresa. Pues bien, esto ya no existe, ¡enhorabuena! Esto significa que ya no deben creerse todas estas manifestaciones de fe civil, todas encierran enormes dosis de discriminación, violencia y voracidad apropiadora.

Cuando una franja de la sociedad se hace adicta al fenómeno conocido como "plata dulce", le es muy difícil no buscar "proveedores" de la misma, sean estos militares golpistas, caudillos populares o funcionarios grises. A partir de ese momento son clientes fieles de cualquiera que les prometa obtener el objeto de su adicción. Y son enemigos mortales de quien la aleja del mismo, así sea para salvar vidas, mitigar una crisis, mejorar la calidad de vida del pueblo o compensar siglos de injusticia y marginación.

El planeta entero está atravesado por estas franjas que, con un ardid u otro, han encontrado la manera de hacerse de "plata dulce", una riqueza fantasmal que, cuando se esfuma, absorbe la vida de la riqueza real. En síntesis, capitalismo financiero, creador de riqueza virtual y destructor de riqueza real.

Hoy en día, en Latinoamérica, los populismos luchan contra eso. No es una batalla que vayan a ganar, pero cuanto más se dilate su derrota, mejor, porque la vida continúa, no se detiene, asciende.

Felizmente, a los trompicones, la historia avanza, tiene una dirección evolutiva. Y lo que hoy se tilda como populista o clientelar, mañana es un logro que a nadie se le ocurriría ceder. ¿O acaso a alguna persona educada, bien vestida, respetable e insospechable se le ha ocurrido rechazar el aguinaldo por populista? Of course not.

Hay varios significados atribuibles al término "populista", pero lo que suele suceder con los fenómenos tildados como populistas es que no son aceptados por el statu quo ni comprendidos por la intelligentzia del sistema dado. Esto no permite ver que algunas configuraciones expresan un cambio o una necesidad de cambio importante, una acumulación histórica que busca destino y a lo que no es bueno, humana e históricamente hablando, oponerse.

No voy a desarrollar una discusión con todos los que han manipulado el término, pero sería bueno detenerse en ciertas concepciones de la izquierda "científica", aquellas que toman al populismo como una manera de cambiar cuestiones de superficie sin tocar las estructuras esenciales. Como son "científicos", y a la moda de 1890, sólo ven fenómenos mecánicos, no advierten el hecho humano que es más que mecánica y, por tanto, no ven los futuros que se abren, no ven las energías dormidas que se despiertan, no ven la historia desperezándose, el mito del Gran Cambio buscando pronunciarse. Sólo están interesados en la pérdida de "clientela". Pérdida, por lo demás, imaginaria.

Si esto no es así que expliquen, por favor, qué es lo que hacen junto a los ricos (y aspirantes a ejecutivos) contra los pobres. Que nos digan por medio de qué extravagante ingeniería de pesos y contrapesos se llegará a la revolución social, apoyando a la oligarquía más violenta.

Bien, hoy, día de fiesta, pequeña y serena pero fiesta al fin, reitero mi convicción humanista con un pequeño agregado circunstancial, válido sólo para este momento y sin un ápice de fe ingenua o ciega, el de "populista crítico". Este detalle ideológico sólo tiene validez para la geografía política, social y cultural de América Latina.

Con mucho más que agregar, y pocas ganas de hacerlo, sólo me queda decir: ¡Vamos Chávez, todavía! De parte de un chavista de la última hora.

Eduardo Montes

Conchudos

sábado, 29 de septiembre de 2012

No suelo ver noticieros ni programas de análisis político, opinión o similares. No es por ninguna aversión en particular, es sólo que suelen estar tan enemistados con el buen conocimiento y el uso ecuánime de la razón que ya aburren...

El caso es que estaba de visita en casa de un amigo y perdí el control, el control del control remoto. Lo tenía este amigo y él es casi adicto a estos programejos. Ni siquiera le gustan, no está de acuerdo con sus contenidos, ni la manera en que los gestionan, pero de cualquier forma, no puede dejar de verlos (comportamiento compulsivo que justifica de diversas maneras, sin mucha convicción).

En cierto momento un periodista comenzó una entrevista en directo a un par de alumnos del, creo, colegio normal Mariano Acosta. Estos muchachos eran los voceros del conjunto que tomó el establecimiento en protesta por una de las tantas políticas del gobierno de la ciudad que tienen como víctimas a los estudiantes.

Al parecer este periodista partió de la premisa básica de que se iba a encontrar con dos "barderitos" que no quieren estudiar y lo único que les interesa es armar desórdenes para dejar de hacerlo (y de paso, levantarse "minitas").

Evidentemente le falló la inteligencia (en el sentido de la obtención de información previa del campo de batalla) o le falló la inteligencia, en el sentido de no advertir los límites de sus recursos y los de sus, desde el vamos, oponentes) o, en definitiva, le falló la inteligencia. El caso es que estos dos muchachos, casi niños, que seguramente serían de los mejores promedios del colegio, lo dieron vuelta varias veces, con una altura, una claridad de conceptos y una adecuación al medio de comunicación, absolutamente admirables.

Mientras nuestro desgraciado (consultar www.rae.es) comunicador, buscaba y rebuscaba en manidos y remanidos prejuicios, en ideologemas y sofismas, en argumentitos y argumentetes, en retos y admoniciones, en todo lo que pudiera, algo que lo salvara del mal trance y pusiera a los mozalbetes en su lugar (el de los equivocados, el de los pasmados ante la autoridad moral de los que mandan y la inteligencia de los que saben), ellos más crecían en gracia y talento, en fundamento y razón, en justicia y verdad, y otras maravillas similares.

Bueno, es probable que me haya dejado llevar por un exceso de entusiasmo. La cuestión es que los pibitos lo gastaron y lo dejaron así chiquito (acercar índice y pulgar a menos de un centímetro), con la mayor altura y educación. Y así debió sentirse nuestro insigne periodista, amigo; más que amigo, amante; concubino, alcahuete, del orden y las buenas costumbres, ya que apenas terminó la entrevista, aún con el enfado en el rostro y la alteración en la respiración (¡sri, sri ven a mí!) salió con una historieta más vieja que la escarapela.

La supuesta historia relata que un abogado al salir perdidoso de un juicio (llamo la atención sobre lo de "perdidoso"), no tiene mejor idea que desquitarse con el juez llamándolo "conchudo". Ante la sorpresa del magistrado nuestro buen abogado le aclara que lo dice en el sentido (obsoleto) de "astuto, cauteloso, sagaz".

Nuestro amigo periodista, ya plenamente instalado en el dislate, ubica la escena en Estados Unidos, sin advertir que la palabra que menta difícilmente tenga cabida en alguna corte de ese país. Creo que el idioma oficial por allá es el inglés.

Así, después de poner como antecedente esta dudosa historia, mirando fijamente la cámara, saboreando la frase, dotándola de la mayor capacidad catártica que el momento le permitiera, se despachó (¡alabada sea la ley de Cristina despenalizando las calumnias e injurias!) con la soez expresión de que estos muchachos, malvados ocupadores de colegios, eran unos conchudos, aclarando el doble sentido, pero utilizándola como una daga, sin poder (o querer) reprimir el malsano placer que su uso le provocaba.

¿De dónde sacarán algunas personas tanta autoridad moral, tanta sabiduría,  tanta honestidad y don de gentes?

¿Qué le pasará a esta gente? ¿Dónde obtendrán esas patentes de censor?

Y, finalmente, ¿de qué tendrán tanto temor?

Me recuerdan a esos niños que, en noche de fogatas, cuentan historias de aparecidos para asustar a los compañeritos y terminan asustados ellos más que nadie.

Algunos, en su insania, porque algo de insano hay que tener para empezar, comienzan a usar todo tipo de recursos (en general ilícitos) para pintar una sociedad inmersa en un caos que nunca termina de llegar.

Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. terminan por creer su propia ficción y entonces se alocan, se desequilibran y ven toda clase de cosas demenciales. Y, lo que es peor, se ponen violentos.

Como tienen un espacio de difusión pública, ganado quién sabe cómo, le pagan por esto. Es decir, le pagan por envenenar. Es cierto que al público en general el veneno le gusta, pero atenti con la dosis, no sea cosa que terminen arrojando espumarajos verdosos en el hombro del vecino...

La cuestión es que me gustó el recurso, este de utilizar una palabra de presente ofensivo y atribuirle un sentido perimido. Ahora, la cara que puso nuestro insigne comunicador fue bien, bien, de carga y sentido actual y local.

Creo, a pesar de todo, que tuvo un rasgo de sinceridad porque es verdad que sufrió la astucia, la cautela y la sagacidad de los dos borregos, quienes se obstinaron en fingir equilibrio, ecuanimidad, inteligencia y claridad expositiva.

Por mi parte, y para terminar con este episodio pavote, sólo me resta llevar el recurso utilizado un poquito más allá, proponiendo un salto de calidad. De modo que sí, creo que tiene razón, esos pendejos son dos conchudos, en el sentido que le plazca a quien sea, pero además este señor periodista, comunicador y, seguramente, filósofo y gran lector de las clásicos, merece el mismo apelativo, pero sin sentidos equívocos.

Nada de juegos de palabras, este señor es un conchudo en el sentido que se le da a esta palabra en tres acepciones:

2. adj. coloq. Am. Sinvergüenza, caradura.
3. adj. coloq. Col. indolente (‖ que no se afecta o conmueve).
4. adj. C. Rica. tosco (‖ grosero).

No creo que sea:
        1. adj. Dicho de un animal: Cubierto de conchas.

Y mucho menos:
        5. adj. coloq. desus. Astuto, cauteloso, sagaz.

Eduardo Montes

Al final, ¿qué es la economía?

Todos, en un momento u otro, discutimos sobre economía. Sea porque estamos en desacuerdo con algo, o porque pretendemos que se haga o se deje de hacer determinada cosa, porque criticamos, porque elogiamos, porque nos importa mucho o nada. Por lo que sea, la economía está siempre presente.

En épocas como la actual, de cierto grado de crisis, cuando las cosas pierden esa naturalidad apacible y complaciente de los tiempos de bonanza, pareciera que el único tema es ese.

La política, la cultura, los derechos humanos, la salud, la educación, la alimentación, la paz interior, el desarrollo humano, las relaciones interpersonales y consigo mismo, todo parece estar supeditado a esa variable fundamental que englobamos en la palabra economía.

Aquí es donde uno se formula una pregunta que, siendo ingenua, es esencial para avanzar en algún tipo de comprensión: ¿qué es la economía?

Alguien dirá que bueno, es una ciencia muy compleja, que requiere años de estudio, que hay muchas corrientes que se encuadran en distintos paradigmas, que no se puede pretender en dos palabras una comprensión del tema, etcétera...

En realidad lo que necesitamos no es tanto una comprensión detallada del asunto sino una simple definición. O definiciones, si no hubiera un enfoque único (cosa extraña tratándose de una ciencia).

Para ahorrar tiempo y problemas acudimos al consejo de los sabios, leimos wikipedia, y esto es lo que encontramos:
  1. la relación de los agentesExtracciónproducciónintercambiodistribuciónconsumo de bienes y servicios.
  2. la forma o medios de satisfacer las necesidades humanas mediante los recursos disponibles que se consideran escasos.
  3. Cómo individuos y colectividades gestionan, consiguen e invierten sus ingresos.

Seguramente hay otras, pero por ahora tomaremos estas y veremos qué hacer.

La primera definición pone al científico, al economista, a estudiar un hecho dado, la relación de ciertos agentes, y cómo es que esta puede describirse y, suponemos por ser ciencia, preverse.

En todo caso, no parece deducirse de esa definición más que constataciones, si se quiere, neutras.

La tercera es más o menos similar en el sentido de que se enfoca en la descripción de un hecho dado, limitando el mismo a una cuestión de ingresos que se obtienen y se les da algún un curso que se engloba en la palabra "inversión", sin distinguir matices en cuanto a destino de esos ingresos. Es un poco extremo llamarle "inversión" al hecho de alimentarse, pero es de suponer que quedará incluido en la palabra "gestión".

La segunda es de mayor interés para un humanista, ya que implica algún modo de acción, además del estudio y la reflexión sobre el tema. Hay implícito en ella un mayor grado de "compromiso", sólo atenuado por un extraño prejuicio, gestado seguramente en  otros tiempos, que dice "recursos disponibles que se consideran escasos".

Habría que hacer un estudio serio acerca de la escasez de los recursos, y actuar de acuerdo a ello, a lo que se verifique. Sería necesario tener en cuenta el incremento en la producción de muchos renglones. 

Ejemplos en alimentos:  
  • Argentina produjo en 1970 cerca de 20 millones de toneladas de granos; en el 2011 alrededor de 100  millones; suficiente, según el slogan en boga, para alimentar a 400 millones de personas.
  • Vietnam. Pasó de una economía de guerra a producir más de 20 millones de toneladas de arroz, con saldos exportables.
  • India, país en el que, según la creencia popular, la gente se muere de hambre por no comerse las vacas, es el mayor productor mundial de leche.
  • Ni hablar de la producción de Estados Unidos, China, Canadá, Brasil, Australia, países surgidos de la ex Unión Soviética, Unión Europea, etc.
Ejemplos en tecnología: 

los "gadgets" no existían en 1970. Ni siquiera en 1990. ¿Puede decirse que son escasos? ¿Hay acaso escasez de celulares o de computadoras? ¿No hay capacidad para satisfacerla si fuera necesario? 

En otros campo: 

¿Hay escasez de materiales de construcción o terrenos? ¿de materia prima para medicamentos? ¿Hay realmente escasez de petróleo o sólo hay despilfarro?

Al parecer la idea de la escasez de los recursos nace en los albores del capitalismo, extractivo de recursos naturales y mano de obra (proletariado), con una tecnología en sus rudimentos, sobre todo en la producción alimentaria. Y desde entonces se ha mantenido como concepto sabido, como esas cosas de las que, si uno pregunta de dónde sale, nadie se hace responsable y siempre se señala al de atrás. Hasta llegar a Malthus quien afirmara que la población crecería geométricamente y los alimentos aritméticamente, equivocándose exponencialmente. Este pensamiento lo gestó, dicen los chismes, para contrariar a su padre, quien opinaba que el problema no era la escasez sino el sistema de reparto.

En fin, se podrían discutir todas las definiciones, pero sería algo interminable. Lo mejor es adoptar una actitud científica. Esto es, plantear una serie de ideas básicas y luego aplicar el método correspondiente, o sea, lógica, matemáticas y modelos computacionales.

Por nuestra parte ensayaremos la siguiente definición:

Economía es la ciencia que estudia los modos de hacer efectivos en lo inmediato todos los derechos humanos, aplicando para esta finalidad la plenitud de los recursos al alcance de la humanidad en un momento histórico dado.  Entendiendo por Derechos Humanos los delimitados en la "Carta a mis amigos 9" de Silo, en la que, con algunas reservas criticas, se parte de la "Declaración Universal de los Derechos del Hombre", de las Naciones Unidas, 1949.

Todo lo demás, por muchos premios nobel que se repartan, son ideologías o ideologemas (sistemas de ideas o pretextos) utilizados para justificar la apropiación del todo por una parte. 

Dejamos para los especialistas la implementación de la matemática del caso y la programación de los modelos computacionales que nos muestren el qué, cómo y cuando; esperando que puedan realizar una tarea impecable en este terreno y los responsables se hagan acreedores al Nobel, en la suposición de que la Academia premiará la genialidad y la innovación y no solamente la tradición aceptada o el pensamiento dominante.

Alguien puede argumentar que no se puede hacer ciencia de fantasías, basadas en definiciones de fenómenos inexistentes, sino de hechos. Aceptando esto, ¿alguien podría informarnos dónde se verificó la existencia de un mercado perfecto donde individuos adecuadamente informados tomaron decisiones racionales en un marco de libre competencia e igualdad de oportunidades, etc., etc.? Seguramente no, porque eso no se ha dado en ninguna parte, es un aserto cercano al mito o, mejor aún, la mistificación (in illo tempore era el mercado y de allí nació todo lo que era...) y que fundamenta gran parte de la ciencia económica aceptada.

Muchos humanistas observamos los procesos desde la perspectiva planteada y no somos extremistas en el sentido de que no descartamos, por falta de plenitud, los acercamientos efectivos a esos ideales. 

Pero algunos sostenemos que el ideal que no aspira a realizarse en el tempo de una generación tiene sabor a postergación. Ese es el "largo plazo" admisible, plazos más amplios nos terminan enredando en la argucia de siempre, la de los poderosos que prometen el futuro mientras detentan el presente. 

Sobrevendrán los hechos, la relación de fuerzas dada, la consciencia conjunta, pero nunca la aspiración actuante deberá ser más corta que aquellos. Y si el imperio de las circunstancias frustra las realizaciones, de cualquier forma, en un algún presente, será una generación la que encarne el cambio.

La historia ha mostrado más de una vez que la resistencia a un pequeño cambio esencial es casi la misma que a un gran cambio. Entonces, ¿para qué perder el tiempo en pequeñeces?...

Eduardo Montes

Comer con seis pesos. Las estadísticas no mienten, pero...

viernes, 21 de septiembre de 2012

Nunca escuché a ningún funcionario del Indec que declarara que se puede comer bien por seis pesos. Aclaro lo de bien porque es de suponer que se refiere a una cantidad de calorías adecuada y no al consumo de una porción de pizza o un pancho.

De cualquier forma los medios de comunicación se encargaron de hacer la difusión del caso, con toda la carga de degradación y chacota que se pudo articular.

Además el sentido común acompaña porque, ¿a quién se le ocurre que una persona puede comer con seis pesos diarios?

Por mi parte me limité a cuestionar a los críticos con una simple pregunta: ¿cuánto cuesta un kilo de papas?

Obviamente, el noventa y nueve por ciento no sabía la respuesta. Es claro que esta pregunta se la hice a algunos clientes (exitosos comerciantes), a algunos gerentes, subgerentes y encargados diversos (empleados exitosos)  y a alguno que otro "nene de mamá" (exitosos en la profesión de hijos) que, si compran, lo hacen al voleo. Es decir, van al supermercado (no a Día), cargan el carrito sin mirar precios y después "pelan" la tarjeta y pagan. Entonces van viendo que primero era con $100, después con $200, luego $600 y así siguiendo.

Por supuesto, no se hace el más mínimo análisis de consumo, simplemente se dice: "una luca no alcanza para nada". Y es cierto, cada vez necesitan más lucas para pagar las crecientes necesidades, que incluyen los gastos del cero kilómetro, las cuotas del viaje a Pernambuco, los diversos "gadgets" tecnológicos, etc.

Pero, no es suficiente con "chicanear" a los muchos que ignoran lo que pagan y por esto no pueden, o no quieren, defender su ingreso, ya sea porque les sobra o porque no les resulta agradable andar "pichuleando" y dicen orgullosamente que "hay cosas en las que no miden gastos". Además es necesario, necesito saber cómo son las cosas.

"Saber como son las cosas" apelando a las estadísticas es meterse en un mundo extraño en el cual todos estamos pero nadie se reconoce. Aún así me dije que peor era no tener ningún asidero racional y terminar todo en si me gusta o no me gusta un funcionario.

A veces es necesario poner en cuestión el sentido común, así que me puse a investigar. Hice un estudio de campo, el campo de internet y obtuve lo siguiente:

De acuerdo a los consumos promedio anuales por habitante en carne, pollo, cerdo, pescado, queso, leche, manteca, pan, azúcar, fideos, arroz, huevos, aceite, verdura y frutas, obtuve con esto una dieta de 2000 calorías diarias (a 100 del máximo saludable para un adulto promedio) cuyo precio (a valores de Capital Federal, barrio de Flores, en julio de 2012), era 18 pesos diarios.

Me pregunté entonces qué haría si no tuviera más que 6 pesos por día para comer. Tendría que poner en marcha varias alternativas. Podría reducir el consumo manteniendo las calidades, podría reducir las calidades, o eliminar alimentos cuyo valor es alto y reemplazarlos por más consumo de otros más baratos.

La solución fue mixta, por un lado hice desaparecer cerdo y pescado, por otro bajé las calidades (menudos y alitas en lugar de pechuga o pata y muslo, carne picada común y osobuco en lugar de nalga y roast beef, margarina en lugar de manteca, y otros por el estilo).

Con el pan me pasó una cosa extraña, reemplacé el caro por el barato y tenían el mismo gusto. Es que algunos panaderos no se toman el trabajo de hacer distinto pan sino que le dan distinta apariencia y cumplen con el precio oficial. Total, ningún cliente lo compra y lo transforman en pan rallado.

Bueno, con tanta cuenta, cálculo y estadística me estoy perdiendo, el caso es que haciendo las deducciones y correcciones y llevando al mínimo admisible de calorías (1700), me dió un precio de $ 7.60. Supongo que si me hubiese tomado el trabajo de calcular y recalcular habría llegado a los vilipendiados $6.-

Pero, ¡basta de estadísticas!, vamos a la realidad y la realidad es esta:

Me levanto a la mañana y me voy al trabajo en subte (2.50). No hay nada que me guste más que tomarme un café con leche con medialunas ($30) en el bar frente a la plaza mientras leo el diario.

Al mediodía salgo a comer algo. Algunas veces me conformo con un "pequeño precio" ($16), pero otras necesito algo más sustancioso, un churrasco con ensalada y gaseosa ($65).

Cuando vuelvo a trabajar compro agua mineral y algún cereal ($12).

A la salida del trabajo me encuentro con un par de amigos y nos tomamos un par de cafecitos ($28).

En fin, que cuando termina el día ya me gasté entre $96 y $135, ¡y todavía no cené!

Por otro lado, nuestro amigo, casi indigente, no es que organice su compra de $180 o 228 mensuales de acuerdo a un muy planificado menú que guarda en su freezer para ir consumiendo de acuerdo a lo que indica la estadística. Lo que sucede en los hechos es que compra mal porque sus ingresos son irregulares, consume muchas calorías de alimento poco sano y, cuando puede, malgasta en algún gusto fuera de estadística porque la vida la resulta dura y necesita endulzarla con algo. Y como, en promedio, es casi indigente, algunas veces le sobra y otras es indigente pleno y entonces no gasta nada porque come de lo que le dan. Eso es estar al borde de la indigencia: a veces, caerse.

De esto, la gente que se burla de los $6 pesos diarios no sabe nada y habla desde la ignorancia y desde la soberbia. El único atenuante es que los medios de comunicación son responsables de intoxicar la información con que alimentan su ignorancia. Esto lo hacen mezclando hecho estadístico con hecho existencial para mejor confundir las cosas.

Para graficar un poco esta diferencia entre lo estadístico y lo existencial y su manipulación, es como si alguien dijera que no es cierto que cada argentino consume 56 kg. de carne por año porque él es vegetariano o porque su bebé sólo consume leche materna y están contados en dicha estadística. Esto que parece una broma es lo que hacen los medios cuando elaboran este tipo de mezclas.

 Bueno, dice alguien con tino, la inflación existe, eso es un hecho.

La inflación como todo hecho estadístico oculta realidades que algunas veces se esconden intencionadamente y otras, aunque están a la vista, no son accesibles a la comprensión media.

El primer problema con la inflación es determinar su origen. Para algunos es la emisión o el gasto público, para otros la protección de mercados, para otros la especulación (sobre todo en alimentos y materias primas en general) alimentada por crisis reales o ficticias.

Todo muy alejado de la persona que lo que más desea es tomates cuando hay heladas y se va $18. Aumento no motivado en la escasez sino porque es el mejor momento para especular.

Probablemente las razones de la inflación sean diversas, pero las soluciones son pocas. Aquí van algunas para que el votante elija:

  • Reducción de salarios para actuar sobre la demanda.
  • Liberación de importaciones para aumentar la competencia; con las consecuencias de pérdida de puestos de trabajo ante la deflación generalizada (precios en baja) de la producción mundial, fruto de la crisis en USA y EU.
  • Reducción del gasto público, sobre todo las áreas asistenciales (asignación universal por hijo, jubilaciones anticipadas, subsidios, salud, educación, etc.)
  • Bajos impuestos patrimoniales. Impuestos sólo al consumo. No a los capitales sino a las personas de acuerdo al gasto (IVA).
  • Clima de negocios. Esto es, crear condiciones económicas y sociales para que los capitales se sientan atraídos y vengan a hacer negocios (esto es lo que los antiguos llamaban "rendirse a los dictados del capital" o control cero)
  • Ajuste general del gasto público para cumplir con las pautas de los organismos internacionales y así poder endeudarse con el fin de compensar el déficit comercial y fiscal, causados por la mayor importación y la caída del consumo por deterioro del ingreso.
En suma, devaluación. No de la moneda sino del país (tal como la que propone Angela Merkel a los españoles), ganando en competitividad para que la ganancia empresarial aumente (sobre todo para los que operan a nivel internacional, entre ellos nuestros amigos los sojeros) y dándoles libertad para que si quieren se queden y si no se vayan a las islas Caimán o alguna juerga bolsística donde, eventualmente, pierdan todo y vengan a protestar y pedir protección para la industria y el productor nacional, "el único que da trabajo y comida a las argentinos, etc, etc, etc".

Si no es esto lo que se está pidiendo cuando se critica la inflación desde los círculos de las finanzas especulativas, y que tan irresponsablemente repiten todos, que se explique con claridad qué es lo que se exige y cómo es que se piensa realizar. No en el campo de la fantasía sino en el campo de los hechos probados.

Aclarando que el interés no está puesto en la economía en abstracto sino en la de las personas concretas. Y no en el futuro celestial, sino en el presente (como diría Keynes, en el largo plazo todos estaremos muertos). 

Es cierto que los pensamientos complejos son fatigosos. Es mejor hacer creer que con no hacer nada (dar libertad a las fuerzas económicas) todo se va a producir solo. Pero ese pensamiento de intelectuales perezosos o malintencionados, viene probando hace al menos dos siglos que forma parte de una estafa de proporciones mundiales. Es una fantasía vendida como realidad ante los ojitos azorados de la gente sencilla que piensa que si lo dicen por televisión debe ser cierto.

Como dijera una querida tía: "vos sos muy desconfiado nene, ¡para qué te van a mentir en un noticiero!

Lo único que entendió, después de mucho insistir, es que si ella va a la fábrica de pastas, y conversando con el dueño se queja de la inflación, lo único que logra es que él la mire con cara de circunstancias y le diga que se ve obligado a aumentar un 20% los ravioles, si no va a "tener que cerrar". Y esto lo viene diciendo hace 20 años con mucho éxito.

¿Con esto estamos diciendo que los responsables de la inflación son mi tía y el dueño de la fabrica de pastas? Hummm... mi tía expresa un cierto pensamiento y sensibilidad y en cuanto a este comerciante, a veces suele ser la cara visible, el front-end, de una cadena de sinvergüenzas, especuladores y explotadores.

Podríamos seguir por las diversas ramas que inspira el famoso asunto de los seis pesos diarios, pero nos terminaríamos yendo del tema para ir hacia una cuestión de sistema (con rima y todo).

Creo que el gobierno merece muchas críticas, infelizmente esto está vedado por el vendaval de críticas falsificadas que impiden que una "crítica constructiva", verdadera, sea entendida como tal por ninguna de las partes.

De cualquier modo, acá va: no parece que el gobierno esté haciendo nada para favorecer la diversidad de fuentes de abastecimiento y la competencia leal en el terreno de la comercialización de alimentos. Todo esto lleva a que las grandes cadenas se pongan de acuerdo (cartelicen), alteren la economía  y perjudiquen a la población. 


El tema de la concentración es todo un problema en el que es preciso  mediar entre la necesidad de escala y el monopolio o la posición dominante. De otro modo la eufemística "presión de precios" va a ser una espada de Damocles permanente.



Capítulo aparte merecen las consideraciones acerca de los controles de precios. La opinión que se publica es unánime al decir que son inútiles e ineficientes. Lo mismo se dice respecto de los controles de cambio. Pues bien, hoy por hoy no se ha logrado, o no se ha intentado, el control de precios, pero el control de cambio ha resultado bastante eficaz a partir de la sólida informatizacion de la AFIP. Es de esperar que estén más conformes y no que pidan que como algo no se puede controlar debe dejarse hacer. Cuando un delincuente delinque y no lo agarran no se dice que se cancelen las leyes, se pide más policía y leyes más duras. ¡Seamos coherentes!

Finalmente, para los que están tan preocupados por los pobres, es bueno que tengan claro que para ellos más problemático que la inflación es no tener dinero. Y no lo tienen cuando no trabajan, dependen de su trabajo, formal o informal, legal o levemente ilegal,  y todo lo que vaya en contra de él va contra sus posibilidades de supervivencia y sus posibilidades de dejar de ser pobres en este sistema.

Eduardo Montes

PD: Puedo hacer públicos los datos y cálculos, en suma, la simple metodología utilizada. Cosa que es bastante, no lo hacen ni el Indec ni los misteriosos "privados" cuando difunden sus conclusiones. Los mismos están a disposición de quien los pida.