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domingo, 24 de abril de 2016

Hace unos años que no escribo nada en este blog. En parte porque empezaba a ser aburrido comentar los mismos viejos tópicos y en parte porque los nuevos que se iban esbozando aún no mostraban toda su claridad.

Esperé, esperé y esperé que la claridad retornara hasta que caí en cuenta de que lo que anteriormente consideraba tal no era más que la ilusión de la claridad. Me encontré, de modo más o menos frontal con una especie de fracaso. No es que considere que estaba equivocado ya que en esencia, casi nadie lo está, a lo sumo cada uno es expresión de una mirada, un modo de ver, una manera de configurar al mundo o a sí mismo y, como tal, articula su lógica, prioriza sus datos, preestablece sus conclusiones.

Y entonces, ¿de qué se trata?: Se trata de que al haber tomado postura frente a cuestiones que en el fondo no consideraba esenciales, fui alejando mi eje de lo esencial configurando lo que puede definirse como una "traición a mí mismo".

Sin pretender abundar en dramatismos puede decirse que todo alejamiento de aquello que es ajeno a las más íntimas convicciones constituye algún modo de traición, algún modo de alienación.

¿Y cuáles son las cuestiones esenciales? Las hay diversas, en el plano individual, social, cultural o histórico, pero todas están sometidas al mismo proceso, todas participan de la misma necesidad.

Hoy se trata de que toda cuestión individual, social, cultural o de momento histórico están sometidas a paradigmas que intentan impedir su vuelo. El ser humano está creciendo y todas las estructuras que intentan contenerlo están en crisis. Y lo están porque son insuficientes, son ropajes de niño para cuerpos en pleno crecimiento.

Todas las luchas, aun las más justas, están marcadas por ese proceso que lo atraviesa todo. ¿Esto es motivo para la parálisis? No, como tampoco ilusionarse es motivo para la acción.

Pero hoy, toda acción que no atienda a ese proceso indetenible de la historia está condenada al fracaso. No a ese fracaso que enseña, sino a aquél que muchas veces sume en la desazón o el resentimiento. 

Hoy no se puede luchar para que se efectivicen derechos consagrados en el pasado sin advertir que se están escamoteando los que vendrán, los que ya están en el horizonte. Porque con el recurso de amenazar lo que se tiene se expropia lo que está en ciernes y esto se hace con la complicidad, algunas veces involuntaria, de muchos luchadores por los derechos que no ven más allá de ellos.

Actualmente, las enormes mayorías humanas están siendo explotadas por las ínfimas minorías apropiadoras. En una medida u otra, más allá de algún beneficio menor, lo que se está "cocinando" no va a formar parte de su menú. 

¿Y que es lo que se viene "cocinando" desde hace ya cierto tiempo? 

Hay un trasfondo en el diminuto psiquismo de las minorías apropiadoras que las orienta a pretender constituirse como semidioses inmortales (físicamente inmortales), rodeados de una cantidad "razonable" de amanuenses bien vestidos. Todo ésto montado en recursos financieros estrambóticos y la tecnología que no detiene su crecimiento. Esto será el privilegio de unos pocos, ¿y el resto?. Bueno, el resto sobra...

Bienvenida la tecnología, bienvenida la inmortalidad, pero para todos. ¡Pero eso no es posible!... Veremos...

No es que creamos que los "malvados" vayan a triunfar, por una razón u otra sus triunfos son siempre pasajeros, pero el problema se expresa en el mientras tanto.

Personalmente, no creo que llegaré a vivir lo suficiente como para estar en el presente de estos procesos que intuyo. A estas alturas considero "mejor" la inmortalidad espiritual, pero la considero así para mí y ésto, ante mí, no obliga a nadie a recorrer el mismo camino.

El destino del ser humano, por su configuración de conciencia tendida al futuro, es alguna forma de inmortalidad. Todo obstáculo a alguna de esas formas muestra el signo del opresor.

Las estructuras actuales no contienen al ser humano, no en el sentido de contención emocional sino en el sentido de su estrechez ante la dimensión que está cobrando. Esto no es notorio en la masividad estereotipada pero esta asomando en el horizonte interno de cada uno. 

Aun en las "peores" cosas, como la fuga a través del fármaco o la droga, se intuye una oscura crítica a la existencia como está planteada y una búsqueda sin rumbo de "algo" distinto. Algo que vaya más allá de esa superficie de posesiones y apariencias, más allá de la experiencia cotidiana de vivir en una planicie temerosa de las voces profundas. 

Ésto tiene significados, ésto tiene una raíz que ciertos personeros del sistema (los diversos manipuladores del psiquismo) no logran desbrozar. Y no lo hacen porque eso cuestiona las bases mismas de sus estructuraciones, porque también ellos están heridos por los grandes temores que pretenden manejar.

El futuro no tan lejano es el tiempo de la revolución.  De una revolución cuyos acordes esenciales creo reconocer en los siguientes párrafos extraídos del Manual del Poder Joven, pequeño libro escrito por Silo bajo el seudónimo de H. van Doren allá por 1972/73:

"Quererse libre es quererse en un mundo en el que el valor humano de uno y de los demás, cobre categoría de tal en reemplazo del hombre-mercancía, del hombre-productor o consumidor. 

Quererse libre es no desear un mundo de trabajo imbecilizante sino humanizante, en donde la producción sea el correlato material de la solidaridad y donde cada cual produzca según su posibilidad, recibiendo según su necesidad. No según la necesidad que el Estado quiera fijar. Es querer un mundo socialista sin Estado. 

Quererse libre no es quererse simplemente en un mundo socialista en el que el autoritarismo de unos reemplace al de la etapa anterior. 

Quererse libre es quererse con intimidad y ser para otros garantía de la intimidad. Es quererse individuo pleno y sentir el para-sí y el para-otro con la misma fuerza solidaria. 

No es quererse libre: explotar y ser explotado, controlar y ser controlado, espiar y ser espiado. 

Quererse libre es por consiguiente: quererse en un mundo socialista, no autoritario, no burocrático, no partidario, sino paradisíaco . En un mundo que siempre estuvo en el corazón de los hombres buenos y acicateó su imaginación y sus obras fuera de la época, fuera de la prehistoria en que vivieron. 

Quererse libre es querer salir de la prehistoria produciendo una ruptura temporal y entrar en la historia verdadera y cálidamente humana. 

Quererse libre es querer una nueva sociedad en la que no se sienta el freno o el control, sino la total incapacidad de ejercer cualquier violencia propia de la prehistoria humana. 

Quererse libre es querer un mundo en el que no sea necesario utilizar la palabra "amor" por pudor y por sobreentendida. 

Quererse libre es querer una sociedad en donde el ateísmo no esté reprimido y en donde la religión interior y personal no sea una fuga de la realidad. 

Quererse libre es querer un mundo en el que la razón y el saber no tengan ya inquisiciones y en el que incluso la poesía pueda oponerse a la razón, sin división interna del poeta."

No afirmo que esta sea la base de una plataforma política para las "próximas elecciones" o una fuente de slogans fáciles para salir del momento, pero sí afirmo que necesita ser la copresencia mental, el propósito que acompañe y guíe entre la confusión de los acontecimientos del presente. Y cuando menciono la confusión no dejo de llamar la atención sobre las descripciones del momento actual cada vez más incorrectas, más impropias para el ser humano, que se hacen desde todos los bandos, sean estos "malos" o "buenos"(*).

Estas ideas y muchas otras, algunas cercanas a la poesía y otras al "relato" del futuro, animarán sin duda a las generaciones revolucionarias, aquellas del gran salto evolutivo, en su apertura sin límite al insondable Universo, ese que duerme en el interior de cada uno y ese que espera más allá de nuestra Tierra.

Eduardo Montes

(*) "Estado presente", "Mano del mercado", ¡qué expresiones tan antiestéticas, tan sin vida, tan inhumanas!









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