Comer con seis pesos. Las estadísticas no mienten, pero...

viernes, 21 de septiembre de 2012

Nunca escuché a ningún funcionario del Indec que declarara que se puede comer bien por seis pesos. Aclaro lo de bien porque es de suponer que se refiere a una cantidad de calorías adecuada y no al consumo de una porción de pizza o un pancho.

De cualquier forma los medios de comunicación se encargaron de hacer la difusión del caso, con toda la carga de degradación y chacota que se pudo articular.

Además el sentido común acompaña porque, ¿a quién se le ocurre que una persona puede comer con seis pesos diarios?

Por mi parte me limité a cuestionar a los críticos con una simple pregunta: ¿cuánto cuesta un kilo de papas?

Obviamente, el noventa y nueve por ciento no sabía la respuesta. Es claro que esta pregunta se la hice a algunos clientes (exitosos comerciantes), a algunos gerentes, subgerentes y encargados diversos (empleados exitosos)  y a alguno que otro "nene de mamá" (exitosos en la profesión de hijos) que, si compran, lo hacen al voleo. Es decir, van al supermercado (no a Día), cargan el carrito sin mirar precios y después "pelan" la tarjeta y pagan. Entonces van viendo que primero era con $100, después con $200, luego $600 y así siguiendo.

Por supuesto, no se hace el más mínimo análisis de consumo, simplemente se dice: "una luca no alcanza para nada". Y es cierto, cada vez necesitan más lucas para pagar las crecientes necesidades, que incluyen los gastos del cero kilómetro, las cuotas del viaje a Pernambuco, los diversos "gadgets" tecnológicos, etc.

Pero, no es suficiente con "chicanear" a los muchos que ignoran lo que pagan y por esto no pueden, o no quieren, defender su ingreso, ya sea porque les sobra o porque no les resulta agradable andar "pichuleando" y dicen orgullosamente que "hay cosas en las que no miden gastos". Además es necesario, necesito saber cómo son las cosas.

"Saber como son las cosas" apelando a las estadísticas es meterse en un mundo extraño en el cual todos estamos pero nadie se reconoce. Aún así me dije que peor era no tener ningún asidero racional y terminar todo en si me gusta o no me gusta un funcionario.

A veces es necesario poner en cuestión el sentido común, así que me puse a investigar. Hice un estudio de campo, el campo de internet y obtuve lo siguiente:

De acuerdo a los consumos promedio anuales por habitante en carne, pollo, cerdo, pescado, queso, leche, manteca, pan, azúcar, fideos, arroz, huevos, aceite, verdura y frutas, obtuve con esto una dieta de 2000 calorías diarias (a 100 del máximo saludable para un adulto promedio) cuyo precio (a valores de Capital Federal, barrio de Flores, en julio de 2012), era 18 pesos diarios.

Me pregunté entonces qué haría si no tuviera más que 6 pesos por día para comer. Tendría que poner en marcha varias alternativas. Podría reducir el consumo manteniendo las calidades, podría reducir las calidades, o eliminar alimentos cuyo valor es alto y reemplazarlos por más consumo de otros más baratos.

La solución fue mixta, por un lado hice desaparecer cerdo y pescado, por otro bajé las calidades (menudos y alitas en lugar de pechuga o pata y muslo, carne picada común y osobuco en lugar de nalga y roast beef, margarina en lugar de manteca, y otros por el estilo).

Con el pan me pasó una cosa extraña, reemplacé el caro por el barato y tenían el mismo gusto. Es que algunos panaderos no se toman el trabajo de hacer distinto pan sino que le dan distinta apariencia y cumplen con el precio oficial. Total, ningún cliente lo compra y lo transforman en pan rallado.

Bueno, con tanta cuenta, cálculo y estadística me estoy perdiendo, el caso es que haciendo las deducciones y correcciones y llevando al mínimo admisible de calorías (1700), me dió un precio de $ 7.60. Supongo que si me hubiese tomado el trabajo de calcular y recalcular habría llegado a los vilipendiados $6.-

Pero, ¡basta de estadísticas!, vamos a la realidad y la realidad es esta:

Me levanto a la mañana y me voy al trabajo en subte (2.50). No hay nada que me guste más que tomarme un café con leche con medialunas ($30) en el bar frente a la plaza mientras leo el diario.

Al mediodía salgo a comer algo. Algunas veces me conformo con un "pequeño precio" ($16), pero otras necesito algo más sustancioso, un churrasco con ensalada y gaseosa ($65).

Cuando vuelvo a trabajar compro agua mineral y algún cereal ($12).

A la salida del trabajo me encuentro con un par de amigos y nos tomamos un par de cafecitos ($28).

En fin, que cuando termina el día ya me gasté entre $96 y $135, ¡y todavía no cené!

Por otro lado, nuestro amigo, casi indigente, no es que organice su compra de $180 o 228 mensuales de acuerdo a un muy planificado menú que guarda en su freezer para ir consumiendo de acuerdo a lo que indica la estadística. Lo que sucede en los hechos es que compra mal porque sus ingresos son irregulares, consume muchas calorías de alimento poco sano y, cuando puede, malgasta en algún gusto fuera de estadística porque la vida la resulta dura y necesita endulzarla con algo. Y como, en promedio, es casi indigente, algunas veces le sobra y otras es indigente pleno y entonces no gasta nada porque come de lo que le dan. Eso es estar al borde de la indigencia: a veces, caerse.

De esto, la gente que se burla de los $6 pesos diarios no sabe nada y habla desde la ignorancia y desde la soberbia. El único atenuante es que los medios de comunicación son responsables de intoxicar la información con que alimentan su ignorancia. Esto lo hacen mezclando hecho estadístico con hecho existencial para mejor confundir las cosas.

Para graficar un poco esta diferencia entre lo estadístico y lo existencial y su manipulación, es como si alguien dijera que no es cierto que cada argentino consume 56 kg. de carne por año porque él es vegetariano o porque su bebé sólo consume leche materna y están contados en dicha estadística. Esto que parece una broma es lo que hacen los medios cuando elaboran este tipo de mezclas.

 Bueno, dice alguien con tino, la inflación existe, eso es un hecho.

La inflación como todo hecho estadístico oculta realidades que algunas veces se esconden intencionadamente y otras, aunque están a la vista, no son accesibles a la comprensión media.

El primer problema con la inflación es determinar su origen. Para algunos es la emisión o el gasto público, para otros la protección de mercados, para otros la especulación (sobre todo en alimentos y materias primas en general) alimentada por crisis reales o ficticias.

Todo muy alejado de la persona que lo que más desea es tomates cuando hay heladas y se va $18. Aumento no motivado en la escasez sino porque es el mejor momento para especular.

Probablemente las razones de la inflación sean diversas, pero las soluciones son pocas. Aquí van algunas para que el votante elija:

  • Reducción de salarios para actuar sobre la demanda.
  • Liberación de importaciones para aumentar la competencia; con las consecuencias de pérdida de puestos de trabajo ante la deflación generalizada (precios en baja) de la producción mundial, fruto de la crisis en USA y EU.
  • Reducción del gasto público, sobre todo las áreas asistenciales (asignación universal por hijo, jubilaciones anticipadas, subsidios, salud, educación, etc.)
  • Bajos impuestos patrimoniales. Impuestos sólo al consumo. No a los capitales sino a las personas de acuerdo al gasto (IVA).
  • Clima de negocios. Esto es, crear condiciones económicas y sociales para que los capitales se sientan atraídos y vengan a hacer negocios (esto es lo que los antiguos llamaban "rendirse a los dictados del capital" o control cero)
  • Ajuste general del gasto público para cumplir con las pautas de los organismos internacionales y así poder endeudarse con el fin de compensar el déficit comercial y fiscal, causados por la mayor importación y la caída del consumo por deterioro del ingreso.
En suma, devaluación. No de la moneda sino del país (tal como la que propone Angela Merkel a los españoles), ganando en competitividad para que la ganancia empresarial aumente (sobre todo para los que operan a nivel internacional, entre ellos nuestros amigos los sojeros) y dándoles libertad para que si quieren se queden y si no se vayan a las islas Caimán o alguna juerga bolsística donde, eventualmente, pierdan todo y vengan a protestar y pedir protección para la industria y el productor nacional, "el único que da trabajo y comida a las argentinos, etc, etc, etc".

Si no es esto lo que se está pidiendo cuando se critica la inflación desde los círculos de las finanzas especulativas, y que tan irresponsablemente repiten todos, que se explique con claridad qué es lo que se exige y cómo es que se piensa realizar. No en el campo de la fantasía sino en el campo de los hechos probados.

Aclarando que el interés no está puesto en la economía en abstracto sino en la de las personas concretas. Y no en el futuro celestial, sino en el presente (como diría Keynes, en el largo plazo todos estaremos muertos). 

Es cierto que los pensamientos complejos son fatigosos. Es mejor hacer creer que con no hacer nada (dar libertad a las fuerzas económicas) todo se va a producir solo. Pero ese pensamiento de intelectuales perezosos o malintencionados, viene probando hace al menos dos siglos que forma parte de una estafa de proporciones mundiales. Es una fantasía vendida como realidad ante los ojitos azorados de la gente sencilla que piensa que si lo dicen por televisión debe ser cierto.

Como dijera una querida tía: "vos sos muy desconfiado nene, ¡para qué te van a mentir en un noticiero!

Lo único que entendió, después de mucho insistir, es que si ella va a la fábrica de pastas, y conversando con el dueño se queja de la inflación, lo único que logra es que él la mire con cara de circunstancias y le diga que se ve obligado a aumentar un 20% los ravioles, si no va a "tener que cerrar". Y esto lo viene diciendo hace 20 años con mucho éxito.

¿Con esto estamos diciendo que los responsables de la inflación son mi tía y el dueño de la fabrica de pastas? Hummm... mi tía expresa un cierto pensamiento y sensibilidad y en cuanto a este comerciante, a veces suele ser la cara visible, el front-end, de una cadena de sinvergüenzas, especuladores y explotadores.

Podríamos seguir por las diversas ramas que inspira el famoso asunto de los seis pesos diarios, pero nos terminaríamos yendo del tema para ir hacia una cuestión de sistema (con rima y todo).

Creo que el gobierno merece muchas críticas, infelizmente esto está vedado por el vendaval de críticas falsificadas que impiden que una "crítica constructiva", verdadera, sea entendida como tal por ninguna de las partes.

De cualquier modo, acá va: no parece que el gobierno esté haciendo nada para favorecer la diversidad de fuentes de abastecimiento y la competencia leal en el terreno de la comercialización de alimentos. Todo esto lleva a que las grandes cadenas se pongan de acuerdo (cartelicen), alteren la economía  y perjudiquen a la población. 


El tema de la concentración es todo un problema en el que es preciso  mediar entre la necesidad de escala y el monopolio o la posición dominante. De otro modo la eufemística "presión de precios" va a ser una espada de Damocles permanente.



Capítulo aparte merecen las consideraciones acerca de los controles de precios. La opinión que se publica es unánime al decir que son inútiles e ineficientes. Lo mismo se dice respecto de los controles de cambio. Pues bien, hoy por hoy no se ha logrado, o no se ha intentado, el control de precios, pero el control de cambio ha resultado bastante eficaz a partir de la sólida informatizacion de la AFIP. Es de esperar que estén más conformes y no que pidan que como algo no se puede controlar debe dejarse hacer. Cuando un delincuente delinque y no lo agarran no se dice que se cancelen las leyes, se pide más policía y leyes más duras. ¡Seamos coherentes!

Finalmente, para los que están tan preocupados por los pobres, es bueno que tengan claro que para ellos más problemático que la inflación es no tener dinero. Y no lo tienen cuando no trabajan, dependen de su trabajo, formal o informal, legal o levemente ilegal,  y todo lo que vaya en contra de él va contra sus posibilidades de supervivencia y sus posibilidades de dejar de ser pobres en este sistema.

Eduardo Montes

PD: Puedo hacer públicos los datos y cálculos, en suma, la simple metodología utilizada. Cosa que es bastante, no lo hacen ni el Indec ni los misteriosos "privados" cuando difunden sus conclusiones. Los mismos están a disposición de quien los pida.








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