Veamos. Veamos como piensa el que escribe esto. Supongamos que ese movimiento de liberación interior tuviera como fin despertar a la gente. ¿Usted cree que importa que desaparezca o no desaparezca, si cumple con su función? ¿O es que somos exitistas? Para eso estudiemos en academias Pitman, y seamos triunfadores... (1) (RISAS).
Fíjense bien en lo que les pregunto: ¿es que las cosas que hacemos hay que hacerlas para que rindan su fruto? ¿o es que las cosas, en ese sentido, se hacen sin importar que rindan o no su fruto? Se hacen, porque se hacen y sirven. Y punto. ¿Ven qué fácil? Sin necesidad de hablar de desapego... "hay que desapegarse", dicen algunos. No, eso es rito. El fruto está en el hacer mismo, si el hacer tiene sentido.
De manera, que al que pregunta (afirmando) que: "un movimiento de liberación interior proyectado a lo social, enfrenta una contradicción sin salida: o permanece como secta y de alguna manera desaparece", le digo: ¡enhorabuena!... "o se expande y se desvirtúa en esencia por la diferencia de niveles que se traduce en rito externo y en tergiversación", le respondo: ¡también sucede eso!
Ahora veamos esa segunda parte. ¿Quién pregunta esto? Pregunta esto, alguien que nos ha estado hablando del reino de los cielos del señor Jesús, del desapego del señor Buda, del satori del Zen... ¿Les parece que quien pregunta en esos términos está, justamente él, suelto de espíritu como para hablar de que luego estas cosas se convierten en ritos externos? ¿Qué les parece? Piensen en eso que dicen los españoles: "la lengua va, donde la muela duele..." (RISAS).
Extraído del libro Meditación Trascendental. Tercera conferencia. Página 91.
Eduardo Montes
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