Para los amantes del darwinismo social es una verdad absoluta que "cada cual por sí", que la sociedad no existe, sólo existen los individuos y, a partir de allí, salvese quien pueda.
Es claro que nosotros no leemos a Darwin para refutar teorías acerca de la evolución natural que, dicho sea de paso, no nos interesa mucho cómo ha sido sino cómo será. Nuestra lectura está dedicada más bien a mostrar expresiones que, aplicadas al campo de las relaciones humanas, pueden tener consecuencias extremadamente perjudiciales para dichas relaciones.
Pero a veces nos sorprendemos ante conceptos que sobresaltarían a más de un naturalista desprevinido. Aquí va una de ellas:
"La mejor y más alta distinción entre el hombre y los demás animales consiste tal vez en el sentido moral; pero no necesito añadir nada sobre este particular, ya que acabo de tratar de demostrar que los instintos sociales -principio fundamental de la constitución moral del hombre-, ayudados por las fuerzas intelectuales activas y los efectos del hábito, conducen naturalmente a la regla 'Haz a los hombres lo que quieras que ellos te hagan", principio sobre el que reposa toda moral'." Extraído de El origen de las especies. Charles Darwin.
Este buen señor llega, es cierto que por caminos un tanto complejos, a la verificación de la Regla de Oro. Tal vez algunos de sus amigos debieran leerlo.
Eduardo Montes
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