Gran
concentración de trabajadores convocados por la burocracia sindical.
Emociones encontradas, por una parte uno desea que sea multitudinaria
y por la otra sabe o intuye que por muchas multitudes que se
convoquen, a los que mandan lo único que les importa es cómo van a
deformar su posible significado a través de sus cómplices, los
medios de comunicación masivos.
Así,
algún analista “sagaz” dirá que más que una manifestación
contra las políticas del gobierno es una interna del peronismo en
respuesta a la movilización de la ex-presidenta (presidenta a secas
para la actual vice). Algún otro advertirá en cierto tono lloroso
de los discursos más un acto mendicante que de amenaza.
Además
el gobierno sabe que los paros y las huelgas le pueden servir como
excusa para sacarse la careta definitivamente y lanzar sin
miramientos su catarata de vetos, DNUs y despidos sin causa ni
resarcimiento. Así hasta lograr la ansiada meta dorada del quince o
veinte por ciento de desocupación que garantice la “competitividad”
empresarial.
Uno
se dice “no importa, de cualquier manera se va creando conciencia y
los que participan se fortalecen en la lucha”. Pero una pregunta
insidiosa perturba desde el trasfondo insinuando que la mayoría se
va a conformar con alguna mejora, o un no empeoramiento, aunque sólo
sea para ellos.
La
gente práctica de la política dice que así son las cosas y que hay
aprender a convivir con esas idas y vueltas y, en todo caso, ir
acumulando fuerzas para, en próximas oportunidades, montar mejores
mentiras que los adversarios.
Pero
a veces me pregunto, ¿qué es lo que pasa en las conciencias de los
que viven estos procesos? ¿acaso se van haciendo más pragmáticos,
más manipuladores, más cínicos? ¿acaso se van desencantando a
medida que sus situaciones mejoran o empeoran (extraña paradoja del
desencanto)?
No
me sumo al desencanto, a la abulia ni al escepticismo, pero me ataca
una suerte de aburrimiento o de hartazgo, no sé muy bien, al ver y
escuchar siempre el mismo discurso plano, la misma reivindicación
pequeña, que ayer peleaba por tres manguitos más o hoy lloriquea
por tres manguitos menos. Y no es que me parezcan mal los tres
manguitos, es que me parece una aburridera que siempre sean sólo
tres.
¿Por
qué no ir por más? Por la participación mayoritaria en las
empresas, por rehacer un “contrato social” articulado hace mucho
tiempo y que a punta de degüellos se apropió de todo en este mundo
y después lo naturalizó desde el “siempre ha sido así”.
¿Por
qué si vamos a exigir – y no nos van dar – no exigimos lo
imposible? ¿Para qué? Para que lo imposible empiece a tener nombre,
para que empiece a ser imaginado, para que entre en nuestra cabeza.
Son
preguntas que me hago, entre las imágenes contrapuestas que se
cruzan por mi conciencia. Me alegro por las grandes movilizaciones y
sé, por otra parte, que si la siguiente no es mayor, si no amenaza
el orden establecido, si no amenaza con vaciar el poder, poco a poco
se irá desvaneciendo. Hasta que dentro de un tiempo nuevamente se
hagan otras mayores donde se “exija” que nos den una pequeña
parte de lo que nos han quitado y, tal vez, en ese momento, tal vez,
concedan algo y salgamos todos eufóricos ante el “triunfo del
pueblo”. Sin advertir, o quizás a sabiendas, que te sacan
cincuenta, luego cien y finalmente te devuelven veinte para que te
emborraches con una victoria de pacotilla.
Le
pido peras al olmo, estas estructuras no tienen la capacidad ni la
posibilidad ni la intención de orientarse hacia transformaciones
reales. Estas transformaciones no nacen de la convocatoria de masas
detrás de líderes (iluminados u oscuros), sino de la conciencia de
cada cual. Esto no implica individualismo ni encerramiento, es en la
conciencia de cada uno en intercambio abierto con la de otros que se
descubrirán los caminos del futuro, las formas de las estructuras
adecuadas para nuestra nueva intentona de crecimiento, para nuestro
siguiente paso evolutivo.
En
términos de sociología o de jergas actuales, es desde la base donde
puede empezar a gestarse ese intercambio entre conciencias, esa unión
de subjetividades. Y no una base manipulada por pequeños aprendices
de brujo. No, una base igualitaria, horizontal, organizada para
difundir sus propias convicciones pero inhabilitada para imponerlas.
Trabajando para ampliar el intercambio, la multiplicidad de nuevas
sinapsis.
Pero,
¿eso va a tener alguna manifestación social de grandes
proporciones, actos públicos y cosas así? No lo sé y poco me
interesa, a pesar de formar parte de una generación contaminada por
la adicción al espectáculo de masas, lo único que sé es que de
allí no va a salir ninguna forma de manipulación ni de traición a
las mejores aspiraciones de los conjuntos. Aspiraciones surgidas del
develamiento al que cada uno puede acceder en ese intercambio sin
dobleces.
¿Y
los problemas urgentes de nuestro tiempo? ¿Las necesidades de los
más desprotegidos? ¿De los discriminados, los explotados, los
postergados? Ellos deberían ser los primeros en dejar de creer en
tanto espectáculo para los medios y deberían comenzar a conversar e
intercambiar, desde cada sí mismo y en apertura hacia otros.
Y si
existe gente sensible que, sin vivir las situaciones que la
horrorizan, de cualquier forma se solidariza con los que las sufren,
ellos también deberían (“deberían”) estar allí, no como
iluminadores ni como veladores de nada. No, como uno más que
reconoce la equivalencia de los aportes y que no toma el propio como
definitorio, más allá de que pudiera serlo incidentalmente.
Me
gusta que un primero de mayo se convoquen grandes multitudes de
trabajadores, me gusta que los dirigentes sindicales que hace unos
minutos encaramaran a los actuales gobernantes hoy se les den un
poquito vuelta. Me gusta que crezca el descontento y la indignación
contra las políticas llevadas adelante en estos meses. Pero también
me pregunto – sabiendo la respuesta – ¿que pasará si de repente
ingresan al país unos 40000 millones de dólares (un vueltito) para
timbear? ¿que pasará cuando se construyan lujosos complejos
edilicios en las zonas privilegiadas de las ciudades, a la par que se
oculten las zonas “impresentables” detrás de muros oportunos?
¿qué pasará con el descontento, verdadero o no, cuando los medios
de comunicación nos zampen esos maravillosos logros?
¿Qué
pasará cuando la gente “normal” repita hasta el hartazgo que la
corrupción del pasado impidió el progreso pero que ahora, a pesar
de que estamos mal vamos bien porque se ve que hay inversión y
confianza en el país?
¿Es
posible que se repitan las mismas mentiras tantas veces y siempre
funcionen? No, las mentiras no son las mismas, primero porque para
unos pocos siempre fueron verdades y segundo porque las generaciones
aportan nuevas audiencias que en otro momentos eran niños y ahora
son jóvenes que escuchan la cantinela como si fuera nueva.
Esto
no tiene solución, y tampoco es bueno que la tenga en este plano, en
este nivel de planteo; lo que importa es que el ser humano avance. Y
para eso tiene que desembarazarse de toda esta obsolescencia,
quitarse de encima las cadenas y ésto empieza por descubrirlas, y no
se hace solo, se hace con otros, en intercambio, en discusión de
soluciones y en búsqueda del sentido de todas las cosas, lo que
incluye el sentido de la propia vida. La clave está allí, cuando se
busca sinceramente el sentido de la propia existencia se empieza a
perder la sordera interna y, simétricamente, se escucha a los demás,
a los que aun expresando otras experiencias lo hacen desde una
intención que se emparenta. Y, adicionalmente, quizás se descubra
que este modo de vivir, esta forma de organizarnos, esta forma de
trabajar, esta forma de aspirar, esta forma de ser felices, ya no nos
va, ni a nosotros ni a los que, por su ubicación, creemos que nos
hacen infelices.
No
imagino ese intercambio en asambleas amañadas, donde unas minorías
altisonantes imponen el consenso a las mayorías. Imagino pequeños
grupos, en intercambio intenso, multiconectados por todos los medios,
presenciales o no. No imagino la elección de representantes, ni las
plataformas comunes, imagino la sintonía, la sincronía que se logra
en la búsqueda profunda. E imagino el testimonio, el “no dejar
pasar” la oportunidad de declarar las propias certezas ante
familiares, compañeros de trabajo, vecinos o el circunstancial
compañero de viaje.
Soy
antiguo, me emocionan las grandes manifestaciones de masas, pero
detrás de esa emoción fuerte, casi brutal, susurra una leve
intuición, un sentimiento que no tiene mayormente palabras que me
dice que esa ya es una vía muerta.
Sí
imagino, como tributo a esos gustos del pasado, a la unión de
muchedumbres de seres iluminados desde su propia conciencia,
clarificados en su búsqueda insaciable de libertad, generando
vórtices, vendavales históricos que terminan de derrumbar todo lo
que obstruye el crecimiento de la especie. Las imagino sumiendo en
pavor a las viejas estructuras, anunciando su fin definitivo,
trayendo la paz a la Tierra de manos de la justicia, de manos de la
hermandad, de manos de la conciencia despierta.
Volveré
al cauce del tema con que titulo esta entrada recordando unas
palabras de Silo en ocasión de otro 1° de mayo que con poderosa y
simple elocuencia dice lo que quiero decir y tal vez mucho más:
"Declaración del 1° de mayo.
En este 1° de Mayo, los Humanistas declaramos:
Por encima de todo la salud, la educación, la vivienda y la ocupación plena del pueblo.
No hay por encima estado, ni empresas, ni instituciones, ni modelos económicos.
No hay por encima compromisos, ni deudas que mi pueblo no ha adquirido.
No diré que solamente los poderosos tiene la culpa de todos mis males.
Yo, y mi hermano, y mi pueblo venceremos nuestras propias debilidades para vencer la infamia de los poderosos.
Me pondré de pie frente a la injusticia, la explotación, la discriminación y la violencia.
Ayudaré a levantar a mi hermano y a mi pueblo contra la injusticia, la explotación, la discriminación y la violencia.
Uniré a mis seres queridos, a mis amigos y a mis compañeros.
Afirmaré los valores de mi pueblo y despreciaré la decadencia espiritual de los poderosos.
Afirmaré la lucidez y despreciaré la droga, el alcohol y la propaganda de los decadentes.
Afirmaré la valentía, la compasión y la solidaridad y despreciaré la cobardía, la insensibilidad y la violencia de los poderosos.
Paz, Fuerza y Alegría para todos.
1° de Mayo de 1997"
Imagino, a mi manera, la Humanización de la Tierra anunciada por Silo, y la imagino próxima, al alcance de la intención, cercana en su textura, intuible en los brisas que se adelantan como vientos del futuro.
Eduardo Montes